Dolor de cabeza, dolor de espalda, malestar estomacal; la lista de excusas iba en aumento con cada día que pasaba. Ben ya no sabía qué pensar, pero era evidente que algo malo estaba sucediendo en su matrimonio.—Amaya —la llamó una noche en medio del pasillo. Amaya se encontraba al lado de su madre y ambas se dirigían a la habitación de las niñas. —¿Sí, amor? ¿Necesitas algo? —preguntó la joven con inocencia, sin sospechar cuál era el tema que quería tratar su esposo. —¿Me permites un momento a solas? —puntualizó lo último, viendo disimuladamente a su suegra.Amaya asintió y le hizo una seña a su madre, que parecía decir: no me tardo, vuelvo en un momento.Sin embargo, Isaura no continuó con su camino hacia la habitación de las niñas como era de esperarse, por el contrario, luego de que Ben y Amaya desaparecieran en una habitación cercana, se acercó de puntillas, dispuesta a espiar la conversación por una hendidura de la puerta. En el interior de esas cuatro paredes, Ben no logra
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