Thiago, lleno de vibrante energía, grita emocionado desde su asiento en la parte trasera del auto, su vocecita clara resonando en el interior totalmente maravillado por la imagen que se presenta ante él. —¡Mami, mami, mira! ¡Es el mar! — exclama mientras aplaude, para luego levantar su mano y señalar hacia la parte derecha de la ladera. Contagiada por la emoción de Thiago, Nicole vuelve su mirada, siguiendo la dirección en la que su hijo señala con entusiasmo. Teniendo que sujetar su cabello el cual baila con la brisa, se fija en la costa rocosa de Manarola, misma que se despliega ante ellos, con sus casas de colores pastel apiñadas en la ladera y el mar azul profundo que se extiende hasta donde alcanza la vista. Las olas golpean suavemente contra las rocas, y los barcos pequeños se balancean en el puerto, añadiendo un toque pintoresco al escenario. —Pero... —comienza a decir Nicole, aún sin comprender por qué están en Manarola en lugar de Vernazza, su destino original. Si
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