El ambiente era incómodo, mientras Yimar y Samira se miraban fijamente, cada uno con su propia perspectiva sobre la situación. Samira se mantenía firme, con los puños apretados, sintiendo cómo cada fibra de su cuerpo se tensaba ante la posibilidad de que la obligaran a volver a la celda oscura.No iba a ceder, no otra vez, y eso era un hecho.—No entraré allí, Yimar. No importa lo que digas —repitió Samira, con la voz más baja pero aún determinada, y con un tono que delataba el cansancio emocional.Yimar la observó en silencio. Sabía que ella era una simple humana, pero era la mismísima mate del Alfa y eso la hacía dejar de ser una más del montón. Se había vuelto bastante fuerte, pero, en ese momento, lucía vulnerable, tan desgastada, que algo dentro de él titubeó por un segundo. Aun así, su lealtad al Alfa era inquebrantable. Debía cumplir con su deber.El aire en la habitación parecía espesarse, cargado de un silencio incómodo. Fuera, las sombras comenzaban a alargarse, dando a todo
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