Colgó la llamada y Marina se entregó al masaje que le proporcionaba Diego. Entrecerró los ojos, dejando escapar un suspiro de placer. Diego, con una mirada intensa, se inclinó hacia ella, fijando su atención en sus ojos. Su rostro había recuperado un ligero rubor.—Marina, ¿puedes pagarme primero por el masaje? —preguntó, con una sonrisa pícara.Aunque Marina no quería reír, una risa suave se escapó de sus labios.—¿Qué te hace pues tanta gracia? —replicó Diego, alzando una ceja, un brillo travieso iluminando su mirada.La cercanía entre ambos generaba un ambiente cargado de intimidad, donde sus alientos se entrelazaban sutilmente. Finalmente, Diego se sentó erguido, consciente de que, si continuaba coqueteando, él podría ser el más afectado. Marina, con una intención deliberada, extendió un dedo y acarició suavemente su cuello....Mientras tanto, en Mansiones La Felicidad, Leticia, tras conversar con Luis, decidió llamar a Julio.—Julio, me duele mucho el estómago. ¿Qué hago? ¿L
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