Aradne y su hijo se mudaron a la imponente mansión real. Los sirvientes, que habían soportado los despiadados caprichos de Mara durante tanto tiempo, observaban en silencio los cambios en la mansión, incapaces de ocultar la mezcla de miedo y cautela que dominaban sus corazones, pero también había una chispa de curiosidad que no podían ignorar por saber cómo será la luna del imperio.Los sirvientes cuando vieron a Cleo hablar con la señora de la mansión con familiaridad, el desconcierto los invadió, sembrando esperanza en sus corazones. ¿Era posible que esta nueva etapa no fuera tan aterradora como antes? Los sirvientes intercambiaron miradas fugaces, sintiendo que, tal vez, la nueva patrona no sea tan mala con ellos.Cleo, tomaría el control del personal, ya que era la única persona en quien Aradne confiaba plenamente. Mientras tanto, Gloria no perdía de vista a su nieto, como siempre lo había hecho en la manada.Después de organizar su estadía, Aradne, cansada por la mudanza, se dirig
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