Alexander estaba decidido. Había pasado toda la tarde dándole vueltas a su conversación matutina con Rachel y sabía que necesitaban aclarar las cosas. Caminó decidido hacia el jardín donde solían encontrarse con frecuencia. Cuando la vio a lo lejos, su corazón se aceleró, pero su entusiasmo se desvaneció al verla con Máximo. Los celos lo embargaron, y se sintió incapaz de pensar con claridad.“¿Qué demonios hacen juntos, como si se conocieran de toda la vida?”, pensó con el ceño fruncido, incapaz de apartar la vista de ellos.Rachel y Máximo estaban conversando bastante animados. Ella comenzó a reír de manera forzada, tratando de aparentar que disfrutaba de la compañía de Máximo, aunque en realidad no lo soportaba para nada. Al ver a Alexander acercarse, su corazón dio un vuelco. Esperaba que él viniera a hablar con ella, pero en cambio, lo vio fruncir el ceño.—Rachel, Máximo —saludó Alexander con creciente frialdad.—Alexander —respondió Rachel, tratando de mantener la compostur
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