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El cardiólogo
Tenía las manos heladas, no sabía qué me iba a decir Nelson, en todo este tiempo su trato hacia mi, había cambiado considerablemente, lejos de ser su esposa, parecía más bien su esclava. Sabía que me tenía en sus manos y se estaba aprovechando de eso para manipularme a su antojo. — Y bien… ¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme? — En todo el tiempo que he estado internado en esta clínica sin poder moverme de esta cama, he tenido el tiempo suficiente para reflexionar con respecto a lo nuestro, es por eso que he decidido que apenas salga de aquí, tú y yo nos iremos a vivir fuera de México. — ¿Qué has dicho? ¿Vivir fuera del país? ¿Pero por qué? Creo que eso sería muy doloroso para tus padres y más ahora que te encuentras así tan vulnerable. — Precisamente no quiero ser una carga para ellos. Y además, quiero una segunda opinión de otro médico, no pienso quedarme de brazos cruzados postrado en esta silla de ruedas sin al menos intenta
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Mi corazón partido en dos
Al día siguiente…Ya habían dado el alta a Nelson, estaba listo para abandonar la clínica después de varias semanas de tratamientos médicos y un agotamiento físico y mental que nos había dejado exhaustos a todos. La presencia de sus padres era inevitable; estaban ilusionados con la idea de que su hijo regresara a casa con ellos. Yo también compartía esa creencia, ya que me resultaba incómodo pensar en mudarme a casa de mis padres, donde ya tenía que soportar la presencia de Luis José.La señora Catalina estaba radiante de felicidad, a pesar de las circunstancias. Para ella y mi suegro, lo más importante era saber que su hijo estaba vivo.—Nelson, mi amor, ya preparé la mejor habitación de la casa. Quiero que tú y Ana Paula se sientan cómodos cuando se instalen. Incluso preparé la comida que tanto te gusta. No sabes cuánta alegría me da saber que estarás de nuevo con tu familia”, dijo la señora Catalina.Comencé a preocuparme, pues no había considerado la posibilidad de mudarme a cas
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Buscando el testamento
Nelson me miraba con ojos desorbitados mientras yo intentaba reanimar a mi padre, cuyo rostro se había tornado pálido y ya no tenía fuerzas para sostenerse en pie.— ¡Papá! ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás así? ¡Respóndeme, por favor! —grité, desesperada.Mi padre se desplomó en el suelo, y la impotencia me invadió. Nelson, estaba allí, paralizado. Llena de coraje y miedo, lo señalé con el dedo tembloroso mientras le gritaba: — ¡Es tu culpa! Tú eres el culpable de que mi padre esté así. Te juro que si mi padre le pasa algo, no te lo voy a perdonar jamás. Mis sollozos resonaron por toda la casa, y en un instante, todos acudieron al jardín, alertados por mis gritos de desesperación. Mi madre llegó primero, y sus ojos se llenaron de horror al ver a mi padre tendido en el suelo, estaba muy pálido y frío, parecía muerto. — ¡Pedro! ¡Pedrito! —exclamó, llevándose las manos al rostro—. ¿Qué te ha pasado? Por favor, respóndeme.Me miró, buscando una explicación, pero yo estaba demasiado asus
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Una visita inesperada
Abril se puso muy nerviosa, ya que no podía decirle a Nelson que en realidad estaba buscando el testamento de mi padre. Eso hubiera sido descabellado, además, ella siempre se había mostrado como una buena hija, desinteresada y con mucho amor hacia mis padres a pesar de no ser su hija biológica; y el hecho de estar allí en el despacho de mi padre hurgando entre sus cosas, la haría quedar muy mal ante toda la familia. Pero justo en ese momento, sonó el timbre de la puerta, lo que tomó como excusa para evadir las preguntas de Nelson. — Están llamando a la puerta, voy a ver quién es. Nelson la tomó fuertemente por el brazo antes de que esta pudiera salir del despacho e inmediatamente le dijo: — ¡Espera! Querida cuñadita, deja que la sirvienta se haga cargo de la puerta, lo que quiero saber es qué estás buscando con tanto afán en el despacho de tu padre. Abril se soltó violentamente mientras lo miraba a los ojos diciéndole: — Eso no es asunto tuyo Nelso
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El pacto
Mi madre me miraba con angustia, y en su mirada presentía lo que estaba a punto de decirle Luis José, entre sollozos le suplicó: — ¿Qué pasa, Luis José? ¡Habla! Me tienes el alma en un vilo.Luis José, con voz grave, pronunció las palabras que cambiarían nuestras vidas por completo: — Lamento decirles que el señor Pedro… acaba de fallecer.El mundo se detuvo. Mi madre se desplomó al suelo, mientras derramaba sus lágrimas amargas mezclándolas con su dolor. No podía asimilar que el hombre con el que había compartido toda una vida ya no estaba entre nosotros.En medio de mi propio shock, clavé mi mirada en Luis José. Estaba llena de rabia y dolor al mismo tiempo, todos esos sentimientos se entrelazaban en mi pecho haciendo que mi respiración se dificultara. Inmediatamente vino un recuerdo a mi mente de aquel encuentro en la solitaria playa de Cancún, cuando mi vida dio un giro inesperado al cruzarme con él. A partir de ese momento, mi vida se convirtió en una horrible pesadilla de la q
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Un par de arpías
Abril permanecía inmóvil, con su mirada clavada en Nelson, ansiosa por descubrir el nombre de la mujer que se había interpuesto en su matrimonio. No estaba dispuesta a perder a Luis José; prefería la muerte antes que renunciar al único hombre al que amaba con locura.— ¿Me estás diciendo que conoces a la mujer con la que supuestamente mi marido me está engañando? ¿Cómo es eso posible? —preguntó, con voz tensa.— Exacto. Sé quién es —respondió Nelson—. Y estoy seguro de que cuando lo sepas, te va a causar una gran impresión, es por eso que desde ya te aconsejo que trates de tomarlo con calma. — ¿Quién es esa mujerzuela que se está acostando con mi marido? —inquirió Abril, mientras su corazón latía con furia.— ¿Recuerdas el congreso de medicina al que Luis José asistió en Cancún? —continuó Nelson.— ¡Por supuesto! Fui yo quien lo convenció de ir, para tener una excusa perfecta de poder regresar a México. Tenía mis razones para hacerlo. Pero ¿qué tiene que ver ese congreso con la supue
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Comienza la venganza
En medio de la crisis nerviosa que embargaba a mi madre tras el inesperado fallecimiento de mi padre, los médicos la sedaron y la llevaron a la sala de recuperación. Ambas estábamos devastadas, pero yo, en particular, cargaba con el peso de un secreto que amenazaba con destruirnos.Mientras mi madre descansaba, me refugié en uno de los pasillos de la clínica. La ventana allí era enorme, y a través de ella contemplé el paisaje de la ciudad. La vista era imponente, el aire puro y la tranquilidad se filtraban en medio de mi dolor. Necesitaba despejarme, aunque fuera por un instante, de la tormenta que me ahogaba lentamente.De repente, una mano tocó mi espalda. Al girarme, me encontré con Luis José.— No quise asustarte, solo te vi aquí y quise acercarme. ¿Cómo te sientes? —preguntó.— ¿Cómo quieres que me sienta? Mi padre acaba de morir, mi madre está al borde del colapso, y yo llevo la culpa de su muerte. —confesé, sintiéndome como un verdadero monstruo.— ¿Por qué crees que eres respo
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La cláusula del testamento
Días después…El dolor de la pérdida de mi padre seguía siendo insoportable. La ausencia de su risa, sus abrazos y sus consejos me dejaba un vacío imposible de llenar. Mi madre, aún más afectada, se preguntaba constantemente por qué Dios había decidido llevárselo tan pronto, cuando aún le quedaba tanto por vivir. Juntos, habían compartido toda una vida, y ahora me enfrentaba a la incertidumbre de cómo seguir adelante sin él.Pero había algo más que me atormentaba: la verdad. Saber que su muerte podría haberse evitado si no hubiera descubierto lo de mi relación con Luis José. Esa carga pesaba sobre mí, y no me permitía encontrar paz en medio de la tristeza.Y luego estaba Abril. Desde la partida de papá, su comportamiento había cambiado drásticamente. Me trataba de manera diferente, como si ocultara algo. A pesar de no ser hermanas de sangre, siempre habíamos sido inseparables. Pero ahora, había secretos entre nosotras, y no sabía qué hacer al respecto.Mis padres siempre decían que Ab
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Una nueva amenaza para Abril
La tensión en la sala era inminente. La expresión de Abril reflejaba asombro y desesperación. Se sentía perdida, sin saber cómo desahogar su coraje. Humillada y despreciada por mi padre, el resentimiento crecía en su interior.El abogado tomó la palabra: —Señores, hemos concluido con la última voluntad del señor Pedro Rincón. Solo me queda entregar a Ana Paula esta carta, escrita de su puño y letra. El contenido debe ser conocido solo por ella.Abril no pudo aguantar más el coraje que la estaba quemando por dentro y estalló: —¡No! ¡Esto no puede ser todo! Mi padre no puede haberme excluido así de su testamento. Debe haber un error. Déjeme ver ese documento. Aquí hay un complot, no puede ser verdad que no me haya dejado nada de su fortuna. La sorpresa se reflejaba en todos nosotros. Ni Abril ni mi madre estaban incluidas en el testamento. El abogado, intentaba calmarla: —Señora Abril, por favor, trate de controlarse. No hay ningún error. El señor Pedro fue claro y preciso en su
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Sin salida
Abril temblaba, pero no por el frío de la noche, sino por el coraje que ardía en su pecho. Todo lo que había vivido, los secretos que había guardado celosamente, ahora se desmoronaban ante la reaparición de Rubén. El hombre que la había arrastrado a un mundo de intrigas y peligros, y que ahora amenazaba con sacarla de su zona de confort.Miró a su alrededor, asegurándose de que nadie la espiara. No podía permitirse que descubrieran su oscuro pasado. La voz de Rubén sonó al otro lado del teléfono, cargada de malicia:— ¿Qué es eso de lo que no me he enterado? Termina de hablar de una buena vez, Rubén. — Calma, querida —respondió él—. No tienes por qué ponerte así. Recuerda que somos socios y amantes desde hace mucho tiempo, y no te conviene tenerme de enemigo.— Si no me dices para qué llamaste, te juro que te colgaré y cambiaré mi número de celular para que me dejes en paz.— Jajaja, eso no será necesario, querida. Estoy en México ahora. Formo parte del personal médico en la misma cl
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