Todos los capítulos de UN SECRETO IMPERDONABLE: el hijo oculto del CEO: Capítulo 71 - Capítulo 80
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El peor castigo: 12. Vete. Vete ya, Matías
— ¿Y bien? — preguntó después de largos segundos de silencio.— Yo… no sé de lo que estás hablando — mintió, por supuesto, que lo sabía. Esa pesadilla otra vez. El temor a que esos hombres cumplieran la promesa de hacerle daño la atormentaba constantemente.— No mientas. Te escuché, así que responderás ahora.Emma sintió en ese momento esas terribles ganas de decirle que él era ese hombre, pero… ¿Qué sentido tendría? Él la creía la peor de las personas, y por más que le hablara con la verdad, no iba a creerla. Su imagen ante él era la de una mujer que lo había utilizado para sacarle dinero, pero no podía estar más equivocado.— Te dije que no sé de lo que estás hablando, Matías.Todavía con los puños apretados, se rindió.— Cómo sea, no es algo que me importe. Ahora baja al comedor, estamos esperando por ti.Con un leve asentimiento de cabeza, Emma se incorporó y se alisó un poco la ropa antes de seguirlo lo más cerca que pudo, pues los pasos de Matías eran firmes y los de ella apenas
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El peor castigo: 13. El sexo y los latidos
Desde ese día, Emma evitó a todo pronóstico salir de la habitación, y cuando lo hacía, era porque las reglas de aquella familia así lo exigían. Bajaba con tiempo suficiente para llegar al comedor y comía sus alimentos con poco entusiasmo. Luego se disculpaba y se retiraba sin decir más.La abuela de Matías intentaba acercarse a ella de alguna forma, entablar una conversación y ofrecerle su más sincera amistad, y es que a pesar de la advertencia que le había dado su nieto respecto a esa muchacha, algo en su interior le decía todo lo contrario. Esa dulce joven parecía ser un pan de Dios.En cuanto a Matías, su postura era firme en cuanto a Emma, aunque eso no evitaba que a veces el remordimiento de su indiferencia lo rebasara o la culpa lo acechara. Ella no le dirigía la palabra para nada, tan solo obedecía a sus órdenes y luego callaba, pero nada más. Parecía más un alma en pena que cualquier cosa.Una mañana, después de haber llegado de un viaje de corto, pasó por su habitación. Era es
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El peor castigo: 14. La visita de Cristóbal y Amelia
Media hora después, ya habían dado con el paradero de aquella pequeña que robó el corazón de Emma.— ¡Dios, estaba tan asustada! ¡Gracias por encontrarla! ¿Cómo puedo pagarte por esto? — le preguntó la mujer, agradecida y aliviada.Pero Emma le sonrió dulcemente y negó con la cabeza.— No es nada, estoy segura de que habrías hecho lo mismo por alguien más — respondió en portugués, otra vez maravillando a Matías. Era increíble. Lo hablaba tan bien.— Completamente. Muchísimas gracias otra vez. En serio fuiste un ángel para mi pequeña, ¿verdad que sí, cielo?— Sí, mami. Ella es buena. Muy buena.Matías observó la interacción con completo asombro. ¿Cómo era posible que robara el corazón de todos?Negó con la cabeza y aguardó a que se despidiera. Entonces regresó con él.— ¿Podemos entrar ya a la librería? — preguntó, y ella asintió con una sonrisa imborrable de su rostro. Entonces la siguió.Durante los siguientes minutos, Emma leyó con fascinación cada contraportada de los libros que fue
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El peor castigo: 15. Vas a denunciarme. Vas a quitarme a mi bebé
Después de poner a su amigo al tanto de todo, Matías salió al jardín. El almuerzo se serviría dentro de poco.— Veo que puedes pasar horas enteras, así — sorprendió a Emma por la espalda, prendada en ese libro que no sabía qué tenía de interesante, pero parecía fascinarle.— Lo siento, no… te vi llegar.— Lo sé, estabas muy entretenida. ¿Estás ya terminando el primer libro?— Es… el tercero.Matías alzó las cejas, asombrado, y asintió con una sonrisa.— Por ahora lo tendrás que dejar. Es la hora del almuerzo y tenemos visita.— ¿Visita?— Sí, acompáñame.Emma asintió, dejó el libro sobre un pequeño banco y lo siguió de cerca.Al entrar al comedor, varias personas estaban allí, pero solo una, llamó su atención. Se tensó enseguida al… reconocer a ese hombre.— Tú… — musitó, su pulso de pronto acelerado.Cristóbal se incorporó, asintiendo, e iba a saludarla con un leve estrecho de mano, pero Emma retrocedió, y sin nadie explicarse el por qué, salió corriendo con demasiado esfuerzo de allí
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El peor castigo: 16. Emma recibe una carta que enloquece a Matías
Cuatro semanas pasaron, y por primera vez, Emma parecía recuperar un mejor peso y el color de su rostro, pues durante todo ese tiempo, Matías se había portado a la altura de la situación, incluso, las cosas parecían mejor entre ellos. Compartían la misma mesa tres veces al día y uno que otro rincón de la mansión, cuando, de forma inesperada, coincidían.La última consulta con el médico la tuvieron la semana pasada. Se encontraba en su séptimo mes de embarazo y todo fue buenas noticias, lo que Matáis ya sabía, pues en todo de ella se reflejaba el resultado de un embarazo tranquilo. Ya no la molestaba ni atormentaba con lo que sabía. ¿Para qué? Si nada lo cambiaría.Por otro lado, la bebé estaba saludable y comenzaba a crecer progresivamente. Su conexión con ella, aun desconociendo los resultados de la paternidad, era cada vez más fuerte. En más de una ocasión, de forma espontánea, Emma la sentía patear en su vientre y rápido ponía al tanto a Matías para que este la tocara y sintiera tam
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El peor castigo: 17. ¿Cuánto quieres por desaparecer de mi vida y llevarte todas tus mentiras?
— Responde, Emma, no te quedes callada. ¿Qué diablos significa esto? — exigió saber, contenido. Una de sus manos convertida en un puño y la otra sosteniendo el papel en lo alto.Emma negó, sin saber qué decir o que hacer.— Yo, Matías, yo no lo sé. No sé quién pudo haber enviado eso.Matías rio, nervioso, incrédulo, humillado. Y negó con la cabeza.— No lo sabes, ¿eh?Entonces abrió el papel y se lo mostró a la cara.— Elías Meier. ¿En serio vas a decir que no sabes quién es?— No, pero…— Mejor no digas nada, Emma. Solo vas a empeorarlo — le pidió, herido —. Pudiste haber sido sincera. Pudiste… haberme dicho que no era mi hija, que… no me encariñara con ella. Pero otra vez me viste la cara de idiota. Felicidades — entonces, sin decir más, salió de allí sin mirar atrás.— No, Matías, espera — le rogó, siguiéndolo, pero por cada cuatro pasos que él daba, ella daba dos — Matías, por favor… — pero él no se detuvo, ni tampoco tenía intenciones de hacerlo. Subió en zancadas las escaleras y
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El peor castigo: 18. Santiago necesita hablar urgente con Matías
Durante todo el camino al hospital, Emma no paró de quejarse, tampoco de mencionar asustada a su hija.— Mi bebé, Matías, mi bebé — resollaba, ya para ese entonces sin fuerzas, y Matías cada segundo se preocupaba más.— Tranquila, tranquila — apartó varios mechones de su frente y la acarició con increíble dulzura, apartando por un momento todo aquello que en su interior dolía. Dios, no quería que le pasara nada. Ni a ella ni a la bebé.Pronto llegaron. Saltó fuera del auto con ella en brazos y la recostó sobre la camilla que ya esperaba por ella, junto a un equipo médico.— ¿Qué fue lo que pasó? — le preguntó su doctor.— No lo sé, de pronto comenzó a quejarse de que le dolía mucho la cabeza.El doctor asintió, de repente, preocupado, pues sospechaba de qué podía tratarse. No era bueno en lo absoluto.— De acuerdo, a urgencias.Cuando iban a llevársela, la mano de Emma se aferró a la de Matías con fuerza. Él bajó el rostro.— Si algo me pasa, promete que cuidarás de ella — le pidió con
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El peor castigo: 19. Estoy dispuesto a todo por merecer su perdón
— ¿Qué pasa? ¿Qué es tan importante? — preguntó Matías a su jefe de seguridad, ya a solas.— Señor, ni siquiera sé cómo decirle esto — no le gustaba en lo absoluto su cara, tampoco la sensación de culpa en el tono de su voz —. Y si después de que lo haga, cree que deba firmar mi renuncia, lo entendería perfectamente.Matías entornó los ojos.— ¿De qué diablos va todo esto, Santiago? ¿Por qué te pediría la renuncia? — exigió saber, contrariado —. Llevas años trabajando para mí, así que te ordeno que te expliques en este instante.Santiago asintió y le entregó una carpeta que llevaba consigo.— Allí está todo lo que tiene que saber.Matías estiró la mano y tomó el material, abriéndolo enseguida. El nombre de Emma salió a relucir entre sus páginas. Alzó el rostro. Más perdido que antes.— ¿Qué es esto?— Léalo, por favor. Allí está… absolutamente todo. Me tomó más tiempo del que hubiese querido, pero es toda la verdad que necesita saber acerca de la muchacha.Molesto por tanto misterio, M
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El peor castigo: 20. ¡Mi bebé! ¿Dónde está mi bebé
Matías necesitó un momento a solas para pensar. Dios, ¿cómo pudo ser tan ciego? ¡Tenía la verdad frente a sus narices todo ese tiempo! ¡Todo de ella siempre se lo dijo! En su ser no cabía la maldad, el engaño, la traición. Todo en su mente cobraba sentido de a poco. Esa… mañana que fue a verlo, antes de dejar Zúrich, pudo haber sido completamente distinta. Pudo… haber sido todo lo opuesto a lo que ahora lo atormentaba.Se dejó caer en una silla cercana y sacó del interior de su bolsillo la caja con el anillo que todavía guardaba. La abrió y miró el diamante con demasiada nostalgia.Para esa fecha, probablemente ya estuviesen casados.— ¡Qué idiota! ¡Qué idiota! — se repitió a sí mismo, hasta que Cristóbal llegó por él, informándole que el doctor tenía noticias.Se pasó la mano por el rostro y salió enseguida.La cesárea había sido un éxito, así que ahora la familia respiraba de alivio.— La bebé está ahora mismo en los cuneros. Nació saludable y tiene buen peso para la fecha, así que n
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El peor castigo: 21. Que desaparezcas de mi vida
Una enfermera entró, apresurada, tras escuchar los gritos, y al ver el estado de la paciente, tuvo que pedirle a Matías que abandonara la habitación. A regañadientes lo hizo, pero no se movió de la puerta, así que escuchó a Emma pedir que por favor le llevaran a su hija, que no permitiera que él se la quitara. Nunca se había sentido tan miserable como en ese momento. A eso la había orillado, a… tenerle miedo.Lágrimas quemaron sus ojos.Se sentó en un banco junto a la puerta y enterró el rostro en las manos. Era una pesadilla lo que estaba viviendo.Minutos después, la enfermera logró tranquilizarla con la promesa de que lo haría si se la llevaban, así que después de largos minutos, fueron por la bebé a los cuneros y se la entregaron en sus brazos.Durante todo ese tiempo, Matías estuvo allí. No se movió a ningún lado. Amanecía, y ya varias enfermeras habían entrado, y salido. Le tomaron la presión y se llevaron a la bebé de vuelta a los cuneros, para entregársela nuevamente en la maña
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