Sin bajar la mirada, sin temer más de lo que ya había temido en el pasado, todo lo que hizo Fernanda fue mirarlo directamente a los ojos. Ahora que lo tenía un poco más cerca, se daba cuenta de dos cosas muy importantes; lo guapo que era, quizá el hombre más guapo que ella haya visto y dos, aquel odio y aquella amargura en sus débiles ojos.—No sé de qué me está hablando, señor de la Barrera.Inmediatamente Stefan pareció caer en cuenta sobre lo que acababa de hacer así que poco a poco, dio un paso atrás. Esa mujer no era su esposa, esa mujer frente a él seguro ni sabía que Elisa solía tener un vestido idéntico al que ella tenía puesto.—Todo lo que sé es que usted me ha mandado llamar, y como soy una mujer respetable, que ejerzo mi carrera con respeto, no deseo que nada ni nadie se interponga en eso.Stefan se frotó el rostro. —Tome asiento, por favor.María Fernanda lo hizo mientras Stefan hacía lo mismo.—Quiero ser muy claro con lo que tengo que decirle. El incidente que pasó, yo…
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