VICTORIARespiro hondo, sintiendo el peso de la puerta ceder bajo mi mano. Al abrir, el aire cambia, se vuelve más denso, como si cada molécula portara la carga de un secreto no dicho. Zarco está ahí, su figura recortada contra la luz del pasillo, y algo en su postura me alerta.—¿Qué haces aquí? — le pregunto, aunque una parte de mí ya conoce la respuesta.Sin embargo les digo que me alegra tanto verlo.—Te lo dije, Victoria, esta tarde teníamos que hablar—responde Zarco, su voz es un trueno bajo, cargado de una tensión que no presagia nada bueno.Observo su rostro, buscando indicios de lo que viene, pero es como leer un libro en un idioma olvidado.—¿Qué hiciste con Alan? —Su pregunta me golpea, inesperada, y por un momento, me siento perdida en un mar de recuerdos. —Fuimos a visitar el albergue— le digo—el lugar donde los niños son abandonados. Mi voz suena distante, como si hablara de alguien más, no de nosotros, no de lo que hicimos.Zarco me mira, intentando descifrar mis pala
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