—¿Entonces? —preguntó, con un tono de voz entre curioso y preocupado.—¿Puedes sentarte? —le pregunté, señalando una de las sillas altas de la barra.—Sí, dime qué sucede. Me volveré más loca si no hablas —dijo, sentándose lentamente.Tomé asiento a su lado y me bebí el vaso de agua que ella había dejado. Respiré hondo, preparándome para lo que estaba a punto de decirle.—Te contaré una historia —dije, intentando sonreír para calmarla un poco.—Bien, te escucho —respondió, con una leve sonrisa que me dio el valor para continuar.—Cuando era un niño, no era precisamente un niño modelo. Era gordito y usaba gafas. Todos se burlaban de mí —mencioné, sintiendo un nudo en la garganta al recordar esos tiempos.—Pobre de mi Leoncito —dijo, tomando mi mano con cariño.—Sí, bueno, aún así, un día mis ojos vieron a una niña muy hermosa y me enamoré de ella. Ella fue mi primer amor. Era hermosa, es hermosa, como ninguna otra mujer. Brillaba con luz propia, y yo solo la miraba de lejos, sabiendo q
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