—Giafranco, ¿te gustaría visitar las tierras reales? —pregunté, mi voz firme pero cargada de curiosidad.—Claro que si —respondió, sus oscuros ojos brillando con interés—. Dime ¿qué debo hacer? Caminamos por el pasillo, las antiguas paredes de piedra resonando con el eco de nuestros pasos. Mientras avanzábamos, voces distantes llegaron a mis oídos—Amber y Aidan en medio de una acalorada discusión.—Amber, no puedes hacerte amiga de nadie, ¡especialmente de Ezra! —La voz de Aidan era severa, pero teñida de preocupación.—¿Por qué no, Aidan? No es tan malo como todos piensan —replicó Amber, con un tono defensivo.Me detuve, y Giafranco se detuvo junto a mí. Su mirada inquisitiva se cruzó con la mía, pero levanté una mano, señalando que esperara. Al girar la esquina, vi el rostro enrojecido de Amber y la postura tensa de Aidan.—¿Qué está pasando aquí? —demandé, interponiéndome entre ellos.—Freya, no es nada —murmuró Amber, mirando hacia el suelo.—¿Nada? Aidan, tu esposa te espera en
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