La mañana se presentaba fría y gris como el ánimo de David, Jenna y Rachel, quienes se habían negado a salir de la comisaría, hasta tener una respuesta concreta. De todos modos, aunque estuvieran en casa, bajo las cálidas mantas de la cama, no podrían pegar ojo hasta que aquello estuviera resuelto.David suspiró, poniéndose de pie y se encaminó hacia uno de los oficiales.—Disculpe, ¿tendrá un cigarrillo? —preguntó. No solía fumar, debido a su condición cardíaca, pero, en ese momento, el estrés era tal que sintió la necesidad de hacerlo.El oficial asintió, sacando una cajita de cigarros del bolsillo de su camisa, y le entregó uno, junto a un mechero.—Gracias —dijo David, antes de salir hacia la acera, en donde encendió el cigarrillo, dándole una profunda calada.—¿Qué haces? —preguntó Jenna, saliendo tras él—. No deberías…—Lo sé —la interrumpió David—. Sé que no debería fumar, pero… —Negó con la cabeza y se humedeció los labios.—Está bien, solo me llamó la atención —dijo Jenna, so
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