Las semanas pasaron en un abrir y cerrar de ojos, y Jean ya estaba listo para que le dieran de alta. Podía caminar, pero le costaba un poco mover su torso ya que todavía le daban ciertos dolores que se calmaban con analgésicos.—¿Listo para regresar a casa? —pregunté.Le tenía una sorpresa para cuando llegara. Allá se encontraban: Sara, Ezequiel, Sakura y Marcus. Esperándonos con un gran cartel de bienvenida, unos cuantos globos y una buena cantidad de comida servida en la mesa como si de una fiesta se tratase.—No sabes cuánto. La comida del hospital ya me tiene harto —se quejó, tomando mi mano.—Bien, Jean. Todo listo para que te vayas, recuerda que debes de hacerte chequeos cada cierto tiempo para comprobar que los huesos hayan sanado por completo —Apareció el doctor, sorprendiéndonos—. Sigue mis indicaciones y la receta médica, y estarás bien.—Muchas gracias por la ayuda y el apoyo, doc —expresó, estrechando su mano.—Un placer haberlo ayudado. No se olvide de la fisioterapia, le
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