Dos socias que una vez actuaron en beneficio de una fundación ahora se encontraban frente a frente, tras el derrumbe de la entrada a ese túnel oscuro y húmedo. El aire estaba cargado de polvo y tensión, y el eco de sus respiraciones agitadas resonaba en las paredes de piedra. Una de ellas, tan sincera como cada palabra que salía de su boca, mantenía una postura firme. La otra, copiando cada gesto y acción para igualar sus condiciones, mostraba una sonrisa sarcástica. Ahora, ninguna de ellas tenía la mirada que solían darle a la otra; la confianza se había desvanecido, dejando solo desconfianza y resentimiento.Sara apuntaba con su arma a Dominique, con la furia dilatando sus pupilas. La segunda, riendo nerviosamente, sin saber si realmente podría disparar.—Puedes romper tus uñas si aprietas ese gatillo de nuevo —dijo Dominique, jugando con su seguridad, su voz resonando en el túnel como un eco burlón.Sara ajustó su postura, posicionando aún mejor el arma. Leonardo, observando desde
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