Me encontraba frente a Natalia, el amor de mi vida. Su rostro, aunque tranquilo, me desgarraba el alma al verla postrada en esa cama de hospital. Los monitores emitían un constante y frío pitido, una confirmación cruel de que, aunque su corazón seguía latiendo, ella no estaba realmente aquí conmigo. Hace meses que Natalia estaba en coma. Desde el accidente, no había pronunciado una sola palabra ni abierto los ojos. Cada día, cada hora, cada minuto se había convertido en una agonía interminable. Me acercaba a su lado, tomaba su mano fría y susurraba palabras que esperaba pudieran alcanzarla en algún lugar lejano, en algún rincón de su mente. —Te necesito, Natalia —decía, mi voz apenas un susurro ahogado por el dolor—. Thomi te necesita. Es solo un bebé y no sé cómo criarlo sin ti. Las lágrimas caían silenciosamente por mis mejillas. A veces, pensaba que ella podría sentirlas, que tal vez, en algún nivel, sabía que estaba ahí con ella. Miré una fotografía de Thomi. Me dolía saber
Leer más