Los policías entraron, Jorge y Diego fueron con ellos, les mostraron el video.—Como pueden ver, esta mujer envió a secuestrar a mi hija, e inventó una mentira cruel diciendo que mi bebé nació muerta. Esto es obra de ella, Enrique Santalla y Mónica Santalla, deben detenerlos —sentenció Jorge con rencor.Asustada, Silvia cayó de rodillas ante su esposo.—¡Jerónimo, por favor, ayúdame!Ella intentó abrazar sus piernas, pero el hombre se alejó.—¡No me toques! —exclamó Jerónimo, su mirada era rabiosa—. Mira, hasta dónde llegaste, mujer, me das asco, tenías todo, pero lo perdiste. Ahora ya no quiero saber de ti, no eres nada para mí.La mujer gimoteó, suplicaba.—Está bien, si no quieres nada de mí, está bien, pero tu hijo, ¡salva a Enrique! Es tu hijo.Jerónimo hundió la mirada, pero luego la enfrentó.—Enrique irá a prisión, enfrentará sus crímenes.—¡No! —chilló suplicando, pero Jerónimo no le hizo más caso.Los policías detuvieron a la mujer, que se resistió lo suficiente para hacerlos
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