FAITHEra raro no vernos juntos. Nathaniel me encantaba. Era un chico increíble y ser la única que entendía su vida me hacía sentir especial. Habíamos pasado del saludo casual en los pasillos a las largas conversaciones después de clase, y ahora estábamos en una etapa en la que, sin darnos cuenta, se había convertido en mi constante. Ya no era solo un amigo, sino alguien con quien compartía más de lo que había compartido con nadie.Nate había conseguido entrar en el equipo de baloncesto del instituto, entrenaba muy pocas tardes y yo solía hacer mis deberes en las gradas esperándolo. A veces también hacía sus tareas.—Te he dicho que no tienes que hacerlo por mi —me dijo al acercarse a las gradas, sudoroso y con una sonrisa satisfecha. Se inclinó para recoger su botella de agua, mientras yo guardaba mis cosas en la mochila.—Ya he terminado mis deberes, no me importa hacer los tuyos —respondí, encogiéndome de hombros.Sabía que éramos mucho más que amigos, algo que yo todavía no entend
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