*—Layonel:Damien era, sin lugar a dudas, un obsesivo en la cama. Su control y su deseo de hacer que Layonel alcanzara el máximo placer no conocían límites. Con cada movimiento, con cada toque, dejaba claro cuánto lo anhelaba y cuánto lo adoraba.Las manos de Layonel se aferraron con fuerza a las sábanas con desesperación, sus gemidos resonando en la habitación, entrecortados por el placer que lo inundaba. Gritaba el nombre de Damien, una y otra vez, perdiéndose en las olas de éxtasis que lo atravesaban.En esos momentos, Damien tenía su cabeza entre las piernas de Layonel, su lengua recorriendo con habilidad el lugar más íntimo de su cuerpo. Layonel apenas podía pensar, sus caderas temblaban y su respiración se volvía cada vez más errática. Las palabras de Damien, dichas horas antes, resonaban en su mente: “Espero que estés preparado para lo que viene, Layonel”. Y ahora, más que nunca, eso se sentía como una verdad absoluta.Cada lamida, cada caricia, estaba cargada de deseo, Damien
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