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*—Damien:

Cuando Damien despertó de nuevo, estaba solo. Layonel no estaba. Aunque se asustó al principio, pronto se tranquilizó diciéndose a sí mismo que todo estaba bien. Después de todo, había tenido la mejor noche de su vida junto a Layonel; era imposible que él lo hubiera dejado así.

Se bajó de la cama y miró el reloj de la mesa, que indicaba que eran las 11 de la mañana. Layonel seguramente ya estaría despierto, quizá jugando con Benito o preparando el desayuno que estaba a destiempo. Decidió salir a buscarlo.

Cuando salió a la sala, Benito estaba acomodado en su torre, profundamente dormido. Anoche, después de hacerle el amor a Layonel por primera vez y verlo dormirse en sus brazos, Damien se había acercado a vigilar a su gatito. Como si Benito entendiera que necesitaban tiempo a solas, se había quedado tranquilamente en la habitación que Layonel había usado antes.

—Hola, Benito —lo saludó Damien, acercándose. Alzó una mano y le acarició la barbilla, haciendo que el gato ronrone
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