—No—murmuró tratando de liberar su rostro de su opresor—. No me importan sus planes. ¡Usted y sus planes pueden irse al demonio!Ante aquel arrebato de valentía, el hombre la miró fijamente, ojos azules, encontrándose con los castaños, en una lucha de voluntades. Un instante después, se apartó y sonrió, era una sonrisa macabra, que hizo a Arlet temblar en su posición.—¿Estás segura de que no quieres ser mi esposa, Arlet?—era la primera vez que la llamaba por su nombre.La jovencita detalló en lo suave que se escuchaba ahora su voz, muy contraria a la inicial imposición. Ante este hecho tragó grueso, pues no sabía lo qué significaba.—¡Prefiero morir que casarme con usted!—dijo entonces.El hombre nuevamente sonrió, haciendo que sus sentidos se pusieran alerta. Tenía algo entre manos, estaba segura. —¿Segura?—insistió.—Sí—repitió, alzando la barbilla. No se dejaría amedrentar por ese sujeto.—Es una pena—dijo entonces con fingido pesar. Dicho esto, sacó un teléfono de su bolsillo y
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