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Todos los capítulos de Una Monja para el Mafioso: Capítulo 31 - Capítulo 40
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31 - El broche de águila.
ROMAN.— ¿Cómo mierda ocurrió? Quiero a todo el escuadrón buscándola, en cada rincón de esta puta y maldita ciudad — grité con un miedo siendo aplastado para no mostrarle a los demás.La mafia era peligrosa, y si eras capturada por ellos, mucho más. Las cosas inimaginables que pasaban por mi mente de lo que podrían hacerle, me hacía temblar; pero debía mantenerme serio.— La amiga de la señora, aún no despierta — informa Saúl.— Me traicionaron. Me traicionaron en mi casa y se llevaron a mi mujer — grazné —. No me importa en estos momentos su amiga; me importa ella. ¿Sabes lo que podrían hacerle?— Sobrino, debes mantener la calma. Vamos a encontrarla — interviene mi tío, quien ha estado sentado en el sofá en todo este tiempo, sin mover un dedo —. Ya están buscándola por todas partes.— Saúl, ¿has recopilado la información de su pasado? ¿Qué fue lo que hicieron sus padres?— Sus padres no solo traicionaron a la Bratva, sino también…— ¿A quiénes?— A tu padre — respondió mí tío, hacie
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32 - Roman solo te está utilizando.
DANISHKA. No tenía idea de quien era este hombre. ¿El ruso que quiere mi cabeza? Su acento es muy diferente, sin embargo, por la forma en que me observa, se puede detallar el odio hacia mí o hacia mis padres. No lo sé. Pero, tengo miedo. — Así que, tú eres la joven que Roman buscaba desesperadamente — masculla, caminando a mi alrededor —. Te ves bien. Lástima que no eres mi tipo…, pero al parecer, el de mis hombres, sí. —¿Qué quieres? — musité, intentando mantenerme fuerte. Mis brazos dolían de estar colgada —. Ni siquiera sé quién eres. — Entonces, los rumores son ciertos. De que no tienes memoria de tu pasado — murmura. Es un hombre alto, canoso. Para muy mayor, pero definitivamente, se mantiene —. Eso no es impedimento. — No quiero problema. No sé qué fue lo que hicieron mis padres para que los mataran, pero yo… — ¿Tus padres? Más que nada, tú eres la causante, niña — graznó, posicionándose frente a mí —. Más vale que empieces a recordar donde ocultaste mi oro, de lo contrari
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33 - El Rescate.
Cada vez que aquel metal caliente se acercaba a mi piel, un grito desgarrador salía del fondo de mi garganta. Todos ignoraban mis súplicas. Todos ignoraban mi llanto, ignoraban el dolor que me ejercían.— ¡Necesito saber todo! — exclamó con una voz cargada de ira —, o todo tu cuerpo estará marcado por mí. Reabriré tus heridas y desgarraré tu alma como lo hicieron los Brandon.El hombre sigue culpando a Roman de mi pasado, y me cuesta aceptar que sea verdad. Él es capaz de muchas cosas, pero no puedo aceptar que tenga algo que ver con la muerte de mis padres, con mis heridas.La mete me da vuelta, no tengo fuerzas para hablar, mucho menos para gritar cuando siento que alguien, desgarra mi camisa por la espalda, y deja al descubierto todas las cicatrices de un pasado tumultuoso, que poco a poco llegan a mi mente.— Ya no puedo más… — susurré, recibiendo el primer latigazo.El dolor se extendía por todo mi cuerpo, envolviéndome en una agonía indescriptible. Cada golpe, cada tormento, era
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34 - Perdóname.
ROMAN. La sala de espera del hospital se había convertido en mi propio purgatorio personal. El tiempo parecía estirarse hasta el infinito, cada minuto que pasaba sin noticias de ella aumentaba mi ansiedad hasta límites insoportables. Mis manos temblaban ligeramente mientras esperaba, aferrándome al frío metal de la silla como si fuera mi única conexión con la realidad. El zumbido constante de la actividad a mi alrededor solo servía para aumentar mi sensación de impotencia. Los médicos y enfermeras iban y venían, con rostros tensos y palabras susurradas que no podía entender. ¿Por qué tardaban tanto en atender a mi mujer? ¿Qué estaba pasando dentro de esas malditas puertas que me mantenían alejado de ella? Mis pensamientos fueron interrumpidos por la llegada de Saúl, su presencia imponente cortando a través del aire cargado de tensión. Levanté la vista para encontrarme con su mirada, buscando desesperadamente alguna señal de esperanza o consuelo. Pero lo que vi en sus ojos solo aumen
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35 - No puedes olvidar quién eres...
ROMAN.Más tarde, me vi obligado a salir de la habitación, pues tenía asuntos importantes que resolver. Uno de ellos era la captura del bastardo que mandó a secuestrarla.Una vez en el pasillo, saqué el celular y marqué el número del único ruso decente que conozco.— Sabía que llamarías. — Su voz ronca al otro lado —. Estoy en la misma clínica que tú.Fruncí el ceño sin comprender.— ¿Me estás vigilando? — cuestioné, con la rabia apoderándose de mí.¿Cómo se atrevía?— Tengo cosas más importantes que hacer, Roman, que estar vigilando tu culo personalmente — gruñó —. Vine a ver a… a una amiga. Te espero afuera.Con pasos decididos caminé hasta el lugar que me dijo. Nunca supe de que a ese idiota le gustara alguien, y que estuviera herida. Ahora la curiosidad pesa en mi mente, e investigar de quien se trata es mi deber, por lo que le tiro un mensaje a Saúl, cargándole con otro trabajo más.Él estaba afuera, sentado en una de las bancas, fumándose un cigarro, mirando en algún punto fijo.
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36 - En Coma.
DANISHKA.Desperté con una punzada en la cabeza, como si un martillo estuviera golpeando mis sienes con fuerza desmedida. La luz blanca del techo del hospital atravesaba mis párpados cerrados, intensificando el dolor. Los sonidos del monitor cardiaco y el murmullo constante de voces distantes se fusionaban en un eco ensordecedor en mi mente.Por un momento, pensé que todo era una alucinación, un producto de mi mente confundida por el dolor y la confusión. Pero cuando abrí los ojos, lo vi. Parado al pie de la cama, con el ceño fruncido y una expresión que parecía estudiar cada detalle de mi rostro. Me miraba como si fuera un enigma que necesitara resolver.— ¿Qué… qué haces aquí? — pregunté, mi voz apenas un susurro ronco.El hombre no respondió de inmediato, su mirada intensa aún clavada en mí. Entonces, con un tono cargado de desagrado, habló.— Estoy cuidándote. Mi sobrino está ocupado haciendo lo que debe hacer.El recuerdo regresó con una claridad sorprendente. Yo recordaba todo.
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37 - No me amenaces, Danishka.
Mi corazón se hundió en mi pecho mientras absorbía la noticia. Marta, mi amiga más cercana, mi confidente, luchando por su vida en una cama de hospital. El mundo parecía detenerse a mi alrededor mientras procesaba la información.— ¿Cómo... cómo sucedió eso? — pregunté, mi voz apenas un susurro cargado de angustia.Roman se encogió de hombros impotente, su rostro reflejando el dolor que también sentía.— No pregunté, solo ordené la mejor atención para ella. Estaba un poco ocupado intentando encontrarte — respondió.Quise ponerme de pie, pero él me sostuvo.— Tengo que ir a verla.— Aún estás débil Dani — susurró.— Ya he pasado por esto, Roman. En aquel tiempo no había un hospital ni médicos que me atendieran, solo estaban las hermanas y Marta. Ella cuidaba de mí y mis heridas — respondí, poniéndome de pie.Detallé sus manos convertidas en puños, conteniendo su ira, al ver parte mi espalda con esta bata, e inmediatamente solicitó a la enfermera otra. Cuando la enfermera me ayudó a qui
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38 - Por eso me convertí en Monja.
— Ya lo recuerdo todo — solté de golpe. — Entonces, imagino, sabes que no soy el malo — respondió Vlad. — No lo sé. Pasaron muchas cosas — respondí, con un nudo en la garganta. — Si te sirve de consuelo, mi padre también me ha marcado — dijo, levantando su remera —, pero no era el único que cazó a tu familia, también estaban los… — Sí, lo sé, pero no creo que él estuviera involucrado — solté un suspiro sin bajar la guardia —. Esto es demasiado enredo para mi mente. La puerta se abrió de golpe, y un Roman furioso ingresa a la habitación, sorprendiéndonos a ambos. Caminó hasta Vladimir, y lo tomó de la camisa. No lo detuve. — ¿Qué m****a haces aquí? — siseó —. ¿Qué quieres aquí — Te dije que vine a visitar a una amiga — respondió el hombre, ignorando las manos de Roman —. Suéltame. Roman, con cierta desconfianza, lo soltó y se acercó a mi lado; mientras Vlad se retiraba de la habitación. — Le prohibiré la entrada… — No harás nada — intervine —. Si quería hacerle algo a mi amigo
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39 - Soledad.
DANISHKA.Salí de la habitación del hospital con la firme convicción de que ya no pertenecía allí. Mis pensamientos giraban en torno a mi próxima misión, a la tarea que había aceptado con la determinación de proteger a los refugiados y, especialmente, a los niños del orfanato cercano. Apreté los labios con determinación, dispuesta a cumplir con mi deber a pesar del dolor persistente en mi pecho.La primera imagen que captaron mis ojos al salir fue la de Roman, conversando animadamente con Saúl. Un nudo se formó en mi garganta al recordar las palabras que había escuchado de él, la frialdad con la que había mencionado sus motivaciones. Había creído que entre nosotros existía algo más, algo más profundo que la simple transacción de oro.Roman se percató de mi presencia antes de que pudiera esconderme. Su rostro se contrajo en una mueca, una expresión que no logré descifrar del todo. Me acerqué con cautela, tratando de leer las señales que emanaban de su lenguaje corporal. Parecía ansioso
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40 - Enfrentamiento con el tío.
ROMAN. La luna brillaba en lo alto del cielo, intentando iluminar las calles de la ciudad, pero en mi interior reinaba la oscuridad. La noticia de que Danishka había huido de mí había golpeado como un puñetazo en el estómago, dejándome aturdido y confundido. La camioneta que le había proporcionado estaba estacionada en la calle, vacía y silenciosa, como un recordatorio mudo de su ausencia. Y no solo eso, también encontramos el broche y el celular que le había entregado, abandonados como si fueran objetos sin valor. — Menuda arpía — mascullé, golpeando el capó del vehículo con frustración. Mi mano derecha, Saúl, se acercó a mi lado, con una expresión de preocupación en el rostro. — Señor, quizás en verdad ella solo quiere estar sola — sugirió, tratando de calmar mis ánimos. No pude evitar soltar un suspiro, consciente de que había pasado por mucho en las últimas semanas. Danishka acababa de recuperar la memoria, un hecho que no podía pasar por alto. Pero su desaparición me llenaba d
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