ROSA MARTÍNEZUna para mí, otra para los vinos… Dos para mí, otra para los vinos… Cuando tenía un mal día o una mala racha, recolectar uvas siempre era agradable y me hacía sentir mejor, tal vez por toda la azúcar que consumía al tragarme más de media canasta. Las cosas estaban de la mierda, Arturo había descubierto que Katia y los niños eran vigilados por hombres de Antonio y no sabíamos cómo avisarle que tuvieran cuidado, pues las líneas podían estar intervenidas y eso complicaría todo. Lo único que quedaba era… como en todo buen juego de ajedrez, matar al rey, lo cual significaba que Arturo tendría que aceptar a Stella en el juego. —Ahora entiendo por qué no progresa el negocio… Esa maldita voz me detuvo haciendo que mi piel se erizara y que mi cuerpo temblara como si hubiera caído en un lago congelado. No quería voltear, sabía quién estaba detrás, pero mi corazón brincaba de emoción, acelerado, tanto que temía que me fuera a infartar. —¿No piensas voltear? ¿Me tienes miedo? —
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