De vuelta en la universidad, no podía evitar sentirme un poco fuera de lugar. La venda en mi brazo, recordatorio constante de lo ocurrido en la librería, atraía demasiadas miradas curiosas, aunque hacía mi mejor esfuerzo por ignorarlas. Afortunadamente, mis amigos no tardaron en encontrarse conmigo. Thara fue la primera en notar mi brazo y, tras un vistazo rápido de arriba a abajo, soltó un suspiro exagerado.―¿Otro accidente, Esther? Ya llevas una colección este año, ¿no? ―comentó con una sonrisa burlona, aunque sus ojos delataban algo de preocupación.―Vamos, apenas fue un tropiezo,― intenté decir, restando importancia al asunto.―Sí, claro, ― añadió Mathew en tono sarcástico. ―Seguro que también fue un ‘tropiezo’ la vez que te caíste por las escaleras y te torciste el tobillo, o cuando casi te aplasta esa estantería en la biblioteca.-- Su expresión, aunque en broma, escondía una pizca de verdad que no pude negar.―Lo mío es el talento natural para meterme en problemas,― respondí, i
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