Con sus ansias a flor de piel, y con el enojo en su nivel más alto, Tamara se acercó a la puerta a llamar a su amado hijo, quien parecía no escuchar.—¡Andrés Monterreal, sé que estás allí! ¡Sal, ya!— Le pedía, dando suaves golpeteos a la puerta con la sombrilla.Inesperadamente, debajo del auto de Andrés, se arrastraba el mecánico para salir a atenderlas, porque con el tono de voz que llamaba Tamara a Andrés, podía hacer enojar a su delicada esposa, que no pensaba dos veces para discutir con cualquiera.— Sí dígame señora, ¿en qué la puede ayudar?— Preguntó el mecánico, al mismo tiempo que extendía su mano llena de grasa para saludar.La fina y pretenciosa Tamara, al ver lo sucio que lucía este hombre, mostró rostro de repugnancia dejándolo con la mano extendida, y con mucha intensidad exigió ver a su hijo.— ¡Relájese un poco señora, ya vuelvo!El mecánico al ver lo molesta que ella lucía, decidió pasar a su casa de inmediato, y al avisarle a Andrés que lo buscaban tres mujeres enoj
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