Todos los capítulos de LA ESPOSA VIRGEN DEL INDOMABLE CEO PARALÍTICO "Cautiva.": Capítulo 31 - Capítulo 40
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31. Deseo corrompido
Desde el instante en que vio a Giancarlo por primera vez experimentó sensaciones nunca antes percibidas. Algo en él encendió en su cuerpo lo que no se le tenía permitido: deseo. Un hombre como él sólo estaba en su imaginación cumpliendo las más oscuras fantasías. Son fuego y agua. Son viento y marea. Ya no hay reglas que les digan a ambos que lo que hacen está mal. ¿Y por qué habría que estar mal? Él le había preguntado de quién era y ella contestó que suya. Ella le había preguntado de quién era él.Giancarlo contestó que era suyo.Lo sigue besando con ansias, con un deseo espectacular que aviva lo que apenas está conociendo con su esposo. La llamarada del deseo, del cuerpo volviéndose incapaz de pensar en algo concreto porque sólo existe la concupiscencia y esa llamada a la tentación, de donde casi nadie. Y tampoco quiere salir. Hunde sus uñas en el cabello de Giancarlo mientras su esposo baja los besos hacia su cuello acariciando ya la piel de sus nalgas, dándose la satisfacción
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32. No hay nadie en quien confiar
—¡Te he dicho que te vayas!—Y yo te he dicho que no me iré.Angelina se detiene al oírlo. Nada ha cambiado, todo sigue igual. Esa burbuja en donde sólo ellos dos imaginaba una vida sin resentimiento se esfumó.Ésta es la realidad. Y Angelina se está cansando de vivir en ésta realidad. Desesperada por la rabia se detiene frente a él y lo señala.—No voy a estar en el mismo techo que tú. En el techo de un mentiroso que sólo quiere darme órdenes como un perro.—¿Y qué es lo que quieres? —Giancarlo se enfrenta a ella con la misma rabia prepotente que no los deja a ambos en paz. Le agarra la muñeca para atraerla hacia él—, me dices mentiroso, a éste punto me odias y no estoy dispuesto a cambiar eso. Llevemos esto en paz, Angelina. No soportaré más tus berrinches.—¡¿Berrinches?! Deja de tratarme como si fuese alguien que sólo ha vivido en un techo con sirvientes, no sabes nada de mí. Te casaste conmigo por capricho pero nunca para ayudarme, y fui una tonta en creerte. Pero tampoco neces
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33. Sin respuestas
Angelina tiene que volver a ocultarse en el arbusto tapándose la boca con sus dos manos con tal de no sollozar, pese a que la lluvia hace su trabajo de ocultar cualquier sonido. La camioneta se adelanta dejándola atrás y mientras sus lágrimas se confunden con las gotas de la lluvia Angelina está comenzando a llenarse de barro porque está en un terreno de tierra.No usará la carretera para escapar. Empieza a caminar dentro de la espesa vegetación para rodear la carretera y salir en las calles que la llevarán al centro. Es la única forma porque no se arriesgará a tomar el mismo camino.¿Su padre? Carlo Sorventi es quién estaba en esa camioneta…Angelina sigue corriendo lo más que puede porque el miedo de haber sido secuestrada aumenta la adrenalina y pasa por los árboles mirando hacia atrás logrando sostenerse de pie debido a las piedras. Se quita su gabardina porque debido a la lluvia pesa demasiado.¿Debe volver con Giancarlo? Ahora es la última persona en el mundo a quien le tiene
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34. Desde su lado más humano
Cuando Giancarlo había encontrado a Gabriel en el carro, lo más probable es que Angelina haya pensado que le había hecho algo malo. Una vez Giancarlo mandó a callar de una buena vez a Gabriel, lo que hizo fue llevarlo en silencio hacia un lugar que Gabriel conocía muy bien. La antigua hacienda de los Mancini, en donde su hermano y padre de Gabriel vivió toda su vida. En el fondo Gabriel tenía un miedo que lo disimulaba con su frunce de ceño y con las manos apretadas y aún así Giancarlo no se dignaba a decirle una sola palabra. Giancarlo se bajó del auto, lo siguieron sus escoltas y por último Gabriel, en silencio y mirando a los escoltas de su tío con alerta.Lo mandó a que se sentara a su lado y en segundos quedaron solos los dos frente a un panorama de la ciudad excelsa y digna de un prestigioso reino como lo era la Fattoria Verde. Giancarlo bebió de su whiskey y Gabriel no se dignó en probar nada más, sólo observa con expresión dura a su tío y luego el paisaje.—¿Qué m****a quie
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35. Pánico
Hay un límite en temer de la muerte y sentir que ya se está muerto. Pero Angelina no puede descifrar qué es lo que realmente siente. Sólo divisa oscuridad, una horripilante oscuridad que la arrastra hacia el vacío.Un vacío donde está completamente sola. El bullicio golpea los sentidos haciéndola reanimar con fuerza, y comienza a sentir lo demás. Pese a no sentir la lluvia, el frío es mucho peor. Sus dientes tiritan debido a esto. ¿Dónde está? ¿Quién está hablando? ¿Por qué todo se siente…como si estuviera experimentando la muerte?Cuando finalmente abre los ojos el destello de la luz la ciega, y el olor peculiar le trae unos recuerdos espantosos.Un hospital. Sigue estando en los brazos de alguien desconocido pero se pregunta cómo llegó allí. —¡Necesito ayuda! —grita el hombre que la lleva. Angelina comienza a recuperar la consciencia pero no le salen las palabras para preguntarle. ¿Cómo la consiguió y qué sucedió con aquella anciana? Lo segundo que recuerda es su cuerpo en un
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36. El mundo bajo sus pies siendo el tormento
Carlo está lo bastante disgustado por la clase de órden que le está dejando bastante en claro Giancarlo Mancini, y aunque quiere responderle con el mismo tono que él consideró altanero, una segunda voz se oye entre ellos y Angelina, pese a estar demasiado dolorida, no puede evitar sentir un gran alivio.—¡Angelina!Es Genoveva quien aparece en el cuarto con desesperación. Al ver a su hija, se abalanza hacia ella sin importarle que haya pasado ciento de años desde que vio a Carlo. Su razón primordial es Angelina y su hija abre los brazos para recibirla.Siente la desesperación en el llamado de Genoveva y en su fuerte abrazo, demostrando que sigue siendo su madre a pesar de todo.En las facciones de Genoveva corre la preocupación y pregunta una y mil veces cómo está, qué es lo que siente tocando su rostro.—Estoy bien, mamá…—Por Dios —Genoveva vuelve a abrazarla—, vine corriendo desde el momento en que Giancarlo me avisó. Hija mía, oh, hija —Genoveva acurruca su rostro en sus dos manos
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37. Reflejo oscuro
Los segundos son un infierno, tanto para Angelina, como para Giancarlo.Él, por su lado, tiene una mirada contrariada entre la indignación y el enojo. Y Angelina por fuera frágil pero por dentro más decidida que nunca, intenta no echarse para atrás ni desistir de sus convicciones: donde ha comenzando a velar por ella misma.—Vivir lejos el uno del otro…Si algo en este mundo es cierto es que no ha visto la verdadera cara de Giancarlo Mancini. Un ser que apenas recibe alguna sugerencia porque todo en su vida tiene que ser como él dice y como ordena, de lo contrario, el mundo arderá. Y ella con ese mundo.Angelina da un paso hacia atrás porque sólo su voz ha hecho lo que en suma hace sus ojos y su cercanía: destruir sus pensamientos.—¿Y qué te hace creer que permitiré algo así?Le aparta la mirada de golpe porque no puede seguir lidiando con estos encuentros que lo único que hacen es arruinar su paz. Las ansias de poder en ambas familias hacen de las suyas ahora mismo y Angelina lo má
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38. Una corazonada de sangre
Angelina se aparta de Damiana todavía con el dolor de las costillas. Otro segundo más a su lado y perderá el equilibrio. —Hija mía, no quiero que tengas más estrés. Debes recuperarte. ¿Qué sucedió con el niño que esperas? Lo que le faltaba; una mentira más. Angelina sigue aparentando normalidad, y se da la vuelta para encararla. —Bien, todo bien —es lo único que responde—, ya tienes lo que deseas. Quiero quedarme sola, si no te molesta. Damiana aprieta los papeles cerca de su cintura y no le observa la sonrisa, sino esa expresión que no está muy lejos de estar teñida en la seriedad, algo muy poco visto en ella. —Le diré a tu madre que no subirás a cenar, pero mañana si desayunarás con nosotros —Damiana comienza a deslizarse por su cuarto hasta la puerta. —¿Qué más sigue? ¿Qué más quieres? —Angelina la detiene justo cuando toma la manilla en su mano. Damiana tantea la manilla, como pensativa, y se gira. —Tu matrimonio con ese Mancini cae muy bien, nos funciona. Otro par de es
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39. Fracaso de matrimonio
Por su torrente sanguíneo corre un desconcierto que la enmudece por un par de instantes, y observa la mano de Eron. Puede no recordar con certeza el camino a donde llegó a parar, pero sin duda alguna el tono de ésta voz la reconocería incluso cuando no fuese el caso porque es la única prueba que tiene para buscar a ese hombre y a esa anciana.Angelina se toma un momento para responder.—Eh —comienza desconcertada—, ¿Nos hemos visto antes, señor Eron? —y estrecha la mano como último recurso para comprobar sus ideas.El rostro de Eron se congela unos instantes pero luego de unos momentos ve en su rostro lo que buscaba para decirse a sí misma que no debe estar loca: una sorpresa que disimula con un parpadeo.—No, señora. No lo creo.Giancarlo está en silencio mirándolos a ambos, como si estuviese a punto de atacar. Angelina se aproxima a su lado él pero procura no mirarla tanto como desea.—De seguro lo confundí con alguien más, perdónenme. Pero no tengo problema con el proceso si es el
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40. El vacío de la soledad
Su estómago se contrae cuando ya se queda sola, y Angelina tiene que hacerse la pregunta si realmente está equivocada acerca de haberle dicho a Giancarlo. Ni siquiera sabe lo que le hizo a Gabriel. Aunque todavía siente los dolores de su cuerpo, es algo increíble que Giancarlo esté haciendo exactamente lo que pidió. No es que le agrade volver a estar en estas gigantes paredes donde la acechan cada vez que se da la vuelta pero estar en el mismo sitio que un Mancini resulta peor.De vuelta en la sala para recibir el medicamento que Letizia le ofrece, Genoveva entra con unas de sus empleadas mientras señala lo que tiene que hacer con las cortinas y un par de cosas más acerca del tapiz.Cuando Angelina se acomoda débilmente en su sitio debido a la constante molestia de su cuerpo, Letizia sale del salón para dejarla a solas.—Sabes que éste matrimonio tuyo me ha dado jaquecas, y la sola idea de que ese hombre sea tu marido me enfurece porque aunque no te casaste con Gabriel, como habíam
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