—¿Qué estás diciendo? ¡Ella debe venir! Walter levantó la vista y su mirada se posó en la pared vacía detrás del sofá, con las palabras de Mariana resonando en su mente como un eco: —Walter, no vuelvas a buscarme.Tomó aire profundamente y, como si hubiera tomado una decisión, confesó: —Abuela, tengo que decirte que entre Mariana y yo... tuvimos problemas. Nosotros... planeamos divorciarnos.Al escuchar eso, Nerea se quedó estupefacta y luego su ira estalló como un volcán. —¡Eres un desgraciado! ¡Tú, tú...!De repente, el otro lado se quedó en silencio, acelerando el latido del corazón de Walter, quien llamó nerviosamente: —¿Abuela? ¿Abuela, sigues ahí?No hubo respuesta, lo que le causó un pánico creciente. Inmediatamente se puso en pie y marcó el número de su madre, Abril: —¡Mamá, por favor ve a ver si abuela está bien!***En el hospital a altas horas de la madrugada, Nerea yacía en la cama, con el rostro tan pálido como un papel. El médico, después de examinarla, les indicó seriam
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