Celeste tembló; después de tanto tiempo juntos, sabía muy bien lo que él quería en esos momentos. Con los ojos abiertos de par en par, susurró: —No, estoy muy cansada...Hoy, de hecho, tendría que guardarle un poco de energía.Lorenzo, con la mirada fija en sus labios hinchados, dejó escapar una chispa de deseo en sus ojos oscuros. —Entonces usa esto —dijo, señalando sus labios.Toc, toc, toc.De repente, tres golpes suaves en la puerta rompieron el ambiente cargado de tensión.Lorenzo frunció el ceño, mirando molesto hacia la puerta: —¿Qué pasa?Desde el otro lado de la puerta, se escuchó la voz de Matilda: —Señor, el señor Samuel me pidió que le trajera a la señorita Torres un vestido.Los ojos de Lorenzo se oscurecieron, su expresión se tornó fría mientras bajaba la mirada hacia Celeste.Celeste, con una mezcla de confusión e inocencia, le devolvió la mirada, negando con la cabeza, dejando claro que no tenía idea de lo que estaba pasando....Dos minutos después, la puerta de la hab
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