Ya estaba subiendo a la habitación de su jefe. Aunque, luego de encontrarse en medio del pasillo, se mostraba desorientada al no saber cuál era la habitación de Paul. Tuvo que abrir puerta por puerta, hasta quedarse en aquella que, al abrirla, se llenó de aquel exquisito perfume masculino, inundando sus pulmones. Al entrar un poco más, descubrió que el ambiente estaba saturado por ese magnífico aroma varonil. Olía muy bien.Siguió avanzando hasta encontrarse de frente con una mesita en la que estaba el dinero, pero antes de recurrir a ello, no pudo evitar echar un vistazo. Todo estaba combinado con blanco, gris y negro, colores que, si bien podían dar esa expresión de lo opaco y triste, a ella también le parecían colores que hacían de la habitación elegante, además de parecerle un poco misteriosa. Su corazón empezó a latir con frenesí al darse cuenta de lo extraño que le resultaba permanecer en un lugar ajeno y, además, encontrarlo fascinante. Todo era muy raro para ella.
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