Aquella mañana fue la mejor para Warrick, despertó al lado de la joven que dormía plácidamente con la cabeza recostada en su pecho. Las sábanas blancas cubrían sus cuerpo, el de ella resaltaba, tenía una piel de porcelana que la hacían ver como una muñeca delicada, de esas que debe de ser tratada con cuidado, pues de lo contrario podría dañarla, romperla. La contempló en silencio, recorriendo su rostro angelical. Inmediatamente los dedos de Harrington acariciaron el precioso perfil de la joven, esta al sentir el suave tacto se removió. Abrió los ojos y parpadeó varias veces, acostumbrándose a la luz que se filtraba por las persianas. —Buenos días princesa —susurró Warrick con voz ronca. —Buenos días —imitó Madelaine sonriente, besando castamente los labios de él—. ¿Qué hora es?—Las doce del mediodía —respondió tranquilo. —¡¿Las qué?! —gritó la joven abriendo los ojos desmesuradamente—. Olvidé llamar a Stephen, prometí que lo haría temprano y...—Hey, descuida —le dijo pegándola a
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