El reencuentro.
Entro al aeropuerto con el corazón latiéndome a mil por hora. Mis manos tiemblan ligeramente mientras me abro paso entre la multitud de personas apresuradas. El ambiente ajetreado y ruidoso me abruma, los anuncios por los altavoces y el bullicio constante me aturden. Mis ojos recorren desesperadamente el amplio espacio, intentando encontrar una señal, alguna pista de Julián. Las voces y el movimiento a mi alrededor me distraen, provocando que me sienta perdida y desorientada. Pero trato de enfocarme, de mantener la calma, aunque la ansiedad y la urgencia me consumen. Empiezo a sentir que el aire me falta, que todo a mi alrededor se vuelve borroso. Pero no pierdo las esperanzas, se que debo encontrarlo, necesito verlo, hablar con él antes de que sea demasiado tarde. Sigo caminando con pasos rápidos, tropezando con maletas y esquivando a los viajeros. Mis ojos se mueven inquietos, escudriñando cada rostro, cada rincón del aeropuerto. No logro visualizarlo y el miedo a perderlo me par
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