El camino hacia Baja Mira había estado demasiado tenso y lleno de incomodidad. Jenny lloraba y hacía sus infinitas pataletas en el asiento trasero del vehículo lujoso, mientras su padre Haroldo, intentaba calmarla, pero parecía que se trataba de una misión imposible.—Jenny, por favor, ¿quieres calmarte? Aquí van estas personas desconocidas y tú aun en estas —dijo Haroldo, aunque su voz en definitiva sonaba más irritada que consoladora.—¡Es que, no es justo, papi! ¡No puede creer que Danilo, mi hombre, nos haya echado de esa manera tan cruel y yo que solo quería estar con él para siempre! —sollozaba Jenny que goleaba el asiento con uno de sus puños, mientras que la otra mano la utilizaba para secarse las lágrimas con un pañuelo.Bryan, que iba sentado al frente, conduciendo, tamborileaba sus dedos en el volante con desesperación, desviaba su mirada hacia los retrovisores, pero con tanto alboroto le costaba concentrarse en la faena de conducir.—Por favor, Bryan, deja de hacer eso con
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