AVRIL STEEL —Señora, no puede salir a esta hora… es peligroso, permita que la acompañe —dijo Damián andando detrás de mí. Su voz fría no sonaba preocupada, pero sabía bien que era su trabajo cuidarme. —Hoy no, por favor, necesito estar sola… —contesté antes de salir por la puerta. —Pero es de madrugada y… —¡Por favor! ¡Crecí aquí! Conozco mejor este lugar que tú —contesté furiosa—. Déjame en paz, necesito dar una vuelta sola. Además, a esta hora no hay nadie en las calles, ni los ladrones de la colonia trabajan tan temprano o tan tarde, como quieras verlo. ¡Es más! Ya puedes irte a descansar. Nos vemos mañana, llévate el auto si quieres. Terminé mi discurso cerrándole la puerta en la cara y comencé a andar. Entre más pasos me alejaba de la casa de mis padres, más miserable me sentía. Quise respirar y controlar mis emociones, quise… mantenerme fuerte. Los ojos se me llenaron de lágrimas y los puños me temblaban, sentía que a cada paso que daba, un pedazo de mí se quedaba en el ca
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