Andrew arrojó hacia atrás otro trago de whisky, la quemazón en su garganta, un recordatorio de lo que aún podía sentir. Su risa resonó en el abarrotado bar, disonante entre la música y las conversaciones ajenas. La luz parpadeante del neón danzaba sobre su rostro, ocultando las sombras de una reciente desolación.—¡Vamos, otro más! —gritó su amiga, alzando su vaso, una cómplice en su intento de escapismo.Mientras se sumergía en esa distracción efímera, afuera, en la penumbra urbana, los periodistas acechaban como lobos a su presa. Cámaras en mano, capturaron cada gesto de descuido, cada sonrisa forzada, dando una impresión distinta.—¿A quién intentas olvidar esta noche? —preguntó ella, apoyándose en la mesa con una mirada llena de sospecha juguetona.—Al mundo entero —suspiró él, evitando su mirada.Entretanto, en otro lugar, a muchos kilómetros de allí, Claudia empujaba la puerta del edificio que ahora llamaría hogar. Subió los escalones con una mezcla de resignación y esperanza,
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