Samira El sol se oculta en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos rojizos y naranjas, mientras observo en silencio a mis hijos jugar en la arena. Sus risas y gritos de alegría llenan el ambiente, están emocionados porque es la primera vez que conocen el mar, pero mi corazón está envuelto en una mezcla de nostalgia y anhelo. Malek y Amín, mis pequeños tesoros, están ocupados construyendo castillos de arena, concentrados en su tarea como si fuera la más importante del mundo. Cada vez que levantan una torre o cavan un foso, sus rostros se iluminan con la satisfacción del deber cumplido. Pero yo no puedo evitar que una opresión se forme en mi pecho al recordar todo lo que hemos vivido, lo que hemos perdido. —Mami, mira lo que he hecho —Malek corre hacia mí, con los ojos brillando de emoción, señalando orgulloso su creación. —Es enorme, bebé, bien hecho —le respondo con una sonrisa, sintiendo una oleada de amor por mi hijo. Amín, que es un poco más tímido, se une a nosotros, con su p
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