Un frío viento nos envolvió al inicio del otoño. Vi a Sarah estremecerse, así que me quité el saco y se lo puse sobre los hombros.- Cariño, abrígate. No quiero que te me enfermes, le dije con una sonrisa.Ella medio sonrió y susurró: ¿Qué haces?- Cuidando a mi esposa, respondí, acercándome más a ella. Vi que con mi cercanía ella empezaba a sonrojarse un poco, lo cual me hizo sentir una extraña calidez. Besé su mejilla y, cerca de su oído, susurré: Cuida tus facciones, hay gente mirándonos.Ella volteó, sorprendida, y vio a su primo observándonos fijamente. Automáticamente respondió: Gracias amor. Nos vamos a casa.De camino en la ciudad, ambos permanecimos en silencio. La tensión en el aire era palpable, cada uno perdido en sus pensamientos. Al llegar a mi edificio, la invite a subir al último piso. Cuando entramos, vi la sorpresa en su rostro.- Esto no es un apartamento, esto es un penthouse, dijo con una mezcla de asombro y admiración.Reí ante sus muecas de incredulidad.- Para
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