Los días transcurrían con la monotonía características de la vida de un abogado, donde cada caso se convertía en un nuevo rompecabezas por resolver. En medio de esta rutina entre el juzgado y el bufete, recibí una llamada que cambiaría el tono de la jornada. Era Nicholas, y su voz rebosaba de emoción mientras compartía la noticia de que había seguido mis consejos y logrado reconciliarse con su esposa. Sus palabras resonaban en mi mente mientras manejaba con cuidado hacia el juzgado, infundiendo un destello de esperanza en el tedioso telón de fondo de mi día laboral.Al llegar a la cafetería cercana, una imagen inesperada capturó mi atención. Sarah, sentada en una mesa apartada, parecía absorta en pensamientos turbulentos. Decidí acercarme para indagar sobre su estado de ánimo, pero antes de poder articular una palabra, su teléfono sonó. La expresión en su rostro cambió de repente, y con una determinación repentina, abandono el lugar, dejándome intrigado por la razón de su partida preci
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