Melanie escuchó el llanto de un pequeño y despertó angustiada, fue hasta la habitación siguiente y vio al niño llorando, lo cargó entre sus brazos para calmarlo; viendo que no podía hacer que dejara de llorar, fue hasta la habitación de su hijo Gerald, tocó varias veces a la puerta, mientras mecía sus brazos y siseaba para tranquilizar a Gael. No sabia que más hacer, por lo que decidió darle un paseó por el jardín. Eso ayudó un poco a que este dejara de llorar, aún así seguía inquieto, continuó caminando por la parte de afuera de la mansión y sin darse cuenta, se fue alejando del lugar. Cuando volteó a los lados se sintió perdida, no recordaba como volver. Mientras tanto, en la mansión, Priscila buscaba con desesperación a su hijo. Fue hasta la habitación de Gerald y luego de moverlo un par de veces logró que él despertase. —¿Qué ocurre? —despertó angustiado, sin entender lo que estaba ocurriendo. —¡Es Gael, no está, no está! —dijo con voz trémula. —Eso no puede ser, Priscila
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