Alfonso miró a su alrededor, mostró simpatía por Adriana y respondió:—Mira, te aconsejo, no malgastes más en esto. Es mejor que vas a engatusar a Daniel, o todo sería en vano.Adriana apretó los puños, se quedaba enojada:—¿Lo intervino?—El señor Daniel dijo, quien se atreva a ayudarte, estará en contra de él y del Grupo Océano. Piénsalo, ¿quién tiene el coraje para ofenderle?El Grupo Océano, fundado en por Daniel mismo, se había convertido en pocos años en una leyenda, y él también.Era la verdad, que solamente muy pocos se oponía a Daniel.Adriana se sentía injusta y se enojó mucho: «¡Cómo podía ser tan despreciable!»—Entonces, tampoco vengas a mí, no puedo ayudarte.Alfonso parecía tener miedo de involucrarse con ella, y después de dejar estas palabras, se marchó con pasos rápidos.Adriana, sin embargo, no lo creía ni se rindió: «¿Acaso Daniel tendría tanto poder?»En cuanto regresó a su residencia, Adriana preparó su currículum, así como algunas copias de sus obras,
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