Jazmín se encontraba temblando en su lugar, mientras el juez preparaba todo para llevar a cabo aquella boda. Leandro por su parte, al notar como su futura esposa, movía sus piernas, tuvo que actuar, y darle consuelo.Colocó una mano sobre sus piernas y le asintió, creyendo que, con eso, la calmaría, pero en realidad, tuvo un efecto distinto al que debería. Jazmín sintió sus mejillas calentarse, y rápidamente, al notar la sonrisa del hombre, supo que ya estaban rojas.— Tranquila, pronto terminará — dijo él, guiñándole el ojo —, mis manos no solo sirven para acariciar.— ¿Acariciar? ¿Qué quieres decir? — cuestionó ella.En ese momento el juez los interrumpió, y Jazmín tuvo que fingir una sonrisa. El hombre le facilitó un bolígrafo, el cual ella lo tomó. Observó a Leandro, pero ésta vez él no estaba sonriendo, sino que la estaba mirando de una forma que nunca antes lo había hecho alguien, y fue eso, la que la impulsó a firmar el documento.Leandro hizo lo mismo, y en cuestión de se
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