Yo lo había estudiado todo, como me había recomendado Ionna Koutoudxídou. El peso exacto de ella, de la pelota y de las raquetas, las distancias, la velocidad de los balonazos de Evand y la mía, la fuerza y los espacios, el tamaño de ella y el mío, los trancos, los saltos, todo estaba en mi cabeza, como una gran pantalla de fórmulas y resultados. -Una bomba, me decía mi jefe de la unidad de desactivación de explosivos, es un arma letal, hecha para matar, el que la hizo o fabricó pensaba en eso, en matar, no en estallar, ojo, sino en asesinar, volar por los aires a sus víctimas. Debes asumir siempre esos artefactos como un enemigo que te quiere muerta, entonces ya estarás en ventaja porque habrás adivinado sus deseos e intenciones- Ruth Evand me quería muerta entonces, y era una bomba a punto de reventar. Quería volarme en pedazos, porque me veía como una enemiga mortal. Entonces, ya sabía lo que ella quería: hacerme polvo, destrozarme, que me haga pedazos con sus dinamitazos y en
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