Todos los capítulos de ¡Mi hija adoptiva ahora es mi esposa!: Capítulo 131 - Capítulo 140
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131. Si esto funciona, Hanna, te debo la vida.
Hanna se levantó del sillón, guardó el cuchillo con el que jugaba y se acercó a Michael, quien la observaba expectante.—Verá, jefe… He notado algo más.Michael se inclinó hacia delante, ansioso por escuchar.—He visto a Shirley, la niñera, con James.Michael frunció el ceño.— ¿Con James? ¿En qué contexto?—No exactamente juntos, pero sí… cercanos. Se veían a escondidas, jefe. Creo que son amantes.Michael se quedó pensativo.—Eso es interesante. ¿Y qué te hace pensar que Shirley podría ayudarnos?—He notado algo en ella. Hace varias semanas que está más atenta con Sophie y que se enfrenta a James cuando es cruel con ella. Esa mujer ha pasado de adorar a James a… no podría asegurarlo, pero tal vez esté enamorada de Sophie.Michael se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación.— Es una posibilidad… Si Shirley está enamorada de Sophie, tal vez podría sentir celos de James y estar dispuesta a ayudarnos.Hanna asintió.— Es una apuesta arriesgada, pero creo que vale
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132. No, Michael, no puedes hacerme esto.
Laura irrumpió en la habitación de hotel de Michael, con el rostro enrojecido por la furia. A pesar de que él ya sabía que Sophie seguía viva, Laura no quería aceptar la realidad y se negaba a perder lo que creía que había conseguido: la boda que había planeado durante meses.— ¡Michael! ¿Qué demonios está pasando? —gritó, azotando la puerta detrás de ella.Michael, sorprendido por la irrupción, se levantó de la cama donde estaba revisando unos papeles.— Laura, ¿qué haces aquí? Tranquilízate, por favor —dijo, tratando de calmarla.— ¡No puedo tranquilizarme! —replicó ella, con la voz temblorosa—. Desde quereanudamos nuestra relación, no me has tocado ni una vez. ¿Qué significa eso?Michael se quedó en silencio, sin saber qué responder.— Si vamos a casarnos, quiero que actúes como el esposo que vas a ser —exigió Laura.Michael suspiró.— Laura, solo iba a casarme contigo por nuestro hijo. Debes tenerlo claro. Lo hacía por el niño que esperas.Las palabras de Michael golpearon a Laur
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133. No puedo soportar la traición.
Laura salió de la habitación de Michael como alma en pena. La discusión la había dejado aturdida, llena de dudas y con un terrible presentimiento. No podía creer que Michael la hubiera rechazado de esa manera, que no la quisiera como ella lo quería a él. Y, sobre todo, no se tragaba lo de la reunión con los supuestos socios.En lugar de volver a su habitación, Laura decidió seguir su instinto. Se escondió en un discreto rincón del hall del hotel, observando la entrada y salida de personas. Su objetivo era claro: seguir a Michael y descubrir la verdad.No pasó mucho tiempo hasta que Michael salió del hotel. Laura lo siguió a una distancia prudencial, observando cómo se dirigía a un café cercano. Entró y se sentó en una mesa apartada, en la penumbra.Laura se sentó en la mesa más alejada de él, fingiendo leer un libro mientras observaba con atención. En pocos minutos, una hermosa mujer se unió a él. Laura la reconoció al instante: era la misma chica que había visto varias veces en casa
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134. Ahora no eres Sophie,eres Aurora.
La mente de Sophie parecía estar recuperándose a marchas forzadas. Había dejado de tomar la medicación que el psiquiatra le había recetado, y de repente todo comenzó a aflorar como si los recuerdos hubieran estado aguardando expectantes para irrumpir en su mente en el momento en que les diera entrada. Un rostro sonriente, unos ojos llenos de amor. Michael.Fragmentos de una vida que ella creía olvidada.Un picnic bajo la luz del sol. Risas y juegos entre enamorados mientras decoraban la habitación de los bebés. Un baile apasionado en la cocina. Momentos de pura felicidad junto a Michael.Necesitaba volver a él. Necesitaba reconstruir su familia.Con cautela, se levantó de la cama. Sus pasos eran débiles, su cuerpo aún se resentía del cautiverio. Pero su mente estaba clara, tenía que encontrar la forma de escapar ella y sus hijos.Debía encontrar la manera de contactar con Michael. No sabía dónde estaba, ni cómo llegar a él. Pero no se rendiría.De repente, la puerta de la habitación s
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135. Sophie está muerta.
Michael no podía contener la emoción que le recorría el cuerpo. ¡Tenía una aliada en la casa! Shirley, la niñera de sus hijos, estaba dispuesta a ayudarlo a contactar con Sophie y a liberarla a ella y a sus hijos de las garras de James.Robert, su fiel amigo, se alegró por la noticia. Ambos se encontraban en la oficina, ultimando los detalles del plan para el rescate. Michael había estado investigando y había encontrado una forma de entrar en la casa sin que James lo supiera.Como todos los castillos antiguos, ese también tenía pasadizos secretos, pero necesitaba que alguien los abriera desde dentro de la casa y ahora tenía lo único que le hacía falta: una aliada.Era cierto que Hanna se colaba en ese castillo cuando quería, ella era capaz de ser una sombra que nadie lograba ver, podía haberlos abierto, pero no tenía el acceso que Shirley tenía a James y los guardias para drogarlos o dormirlos y así poder escapar sin tanto riesgo. Y con sus hijos en juego no estaba dispuesto a arriesg
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136. No voy a acostarme contigo, James.
Había pasado un mes desde la última llamada entre Sophie y Michael. Una llamada tensa, llena de dolor, mentiras y palabras hirientes que se repetían en la mente de Sophie una y otra vez. Odiaba haber tenido que hacer eso, algo que marcó un antes y un después en sus vidas.Michael, resignado a la traición, se marchó del país, dejando a Sophie sola y sin nadie a quien acudir. La incertidumbre y el miedo la envolvían como una mortaja, ahogando cualquier atisbo de esperanza, ahora estaba sola, condenada a quedarse al lado de un hombre como James, y a su vez, condenando a sus hijos con ella.James, por su parte, rebosaba de felicidad. Los informes de Laura confirmaban que la boda con Sophie seguía en pie. Su plan maquiavélico parecía funcionar a la perfección. Todo sonreía a su alrededor, excepto por la propia Sophie,que no había aceptado su vil trato, quien parecía un alma en pena que poco a poco se estaba desgastando y desperdiciando encerrada en aquella habitación.A pesar de la falsa n
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137. Voy a sacarte de aquí.
Los recuerdos la asaltaban como olas impetuosas, inundando su mente con imágenes vívidas de su vida con Michael. La felicidad que había sentido al principio, la desilusión que la invadió poco a poco, la amargura que se apoderó de su corazón. Recordó la concepción de sus hijos, un acontecimiento que no le trajo alegría, sino una profunda tristeza que la llevó a considerar, incluso, la posibilidad de abortar con la ayuda de James, a quien en ese entonces erróneamente llamaba Daniel.Un sollozo escapó de sus labios, rompiendo el silencio de la mañana. Shirley, que acababa de entrar en la habitación con el desayuno, se acercó con rapidez, preocupada por el estado de su amiga.—Sophie, no puedes seguir así… —afirmó con voz suave, mientras se sentaba junto a ella en la cama.Sophie la miró con ojos empañados por las lágrimas.—Los recuerdos, Shirley. Me atormentan. —Su voz era apenas un susurro—. Recuerdo todo. La felicidad, la desdicha, la tristeza... incluso lo que quise hacer con mis hij
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138. ¡Basta, James! ¡No te lo permitiré!
Una joven sirvienta de mirada compasiva, corría a toda prisa por los pasillos de piedra, con el corazón palpitando en su pecho como un tambor desbocado en dirección a la habitación de los niños para buscar a Shirley, la única persona que podía ser de ayuda en lo que estaba sucediendo.— ¡Shirley, necesitamos tu ayuda! —exclamó la sirvienta, con la voz entrecortada por la falta de aliento y las lágrimas asomando en sus ojos.Shirley, al notar la angustia en el rostro de la sirvienta, se alarmó de inmediato. Mientras dejaba a la pequeña Marie en la cuna ya aseada y cambiada.— ¿Qué sucede? Tranquila, respira hondo y dime qué ocurre— Es Sophie, señorita. El señor llegó muy ebrio haciendo ruido por todos lados y luego se metió en su habitación. Debemos hacer algo, por favor, no podemos permitirlo.Un escalofrío recorrió la espalda de Shirley. La sola idea de que James, pudiera hacerle daño a Sophie la llenó de una furia que jamás había experimentado.—Tranquila. No te preocupes, vamos a
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139. Sophie y los niños me pertenecen.
Las miradas de Shirley y James se encontraron en un tenso forcejeo de voluntades. La valentía brillaba con intensidad en los ojos de Shirley, mientras que los de James reflejaban una crueldad despiadada que helaba la sangre, tenía claro que no las dejaría escapar.Con voz temblorosa, pero con una firmeza inquebrantable, Shirley suplicó.—James, por favor, déjala ir. Ya has causado suficiente daño, es hora de que esto termine.Una risa amarga escapó de los labios de James. Se acercó a Shirley con pasos lentos y deliberados, impregnando la habitación con el peligro que significaba su cercanía.—Nunca, Shirley, Sophie y los niños me pertenecen. No irán a ninguna parte —sentenció James con una voz gélida y llena de arrogancia.En un acto de valentía desesperada, Shirley se lanzó hacia James. Sacando un cuchillo que había escondido en su cinturón para protegerse si algo salía mal, luchó con fiereza por liberarse a sí misma y a Sophie de la crueldad de James.Sin embargo, James era más ráp
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140. Dile que no puede casarse.
El avión privado de la compañía de Michael rasgaba las nubes, transportando a Sophie, Hanna y los pequeños Marie y Michael hacia un lugar seguro lejos de Escocia y de ese hombre que los había tenido secuestrados.Los niños, exhaustos por la agitación de la huida, finalmente se habían rendido al sueño, concediendo a las dos mujeres un breve respiro para conversar.Sophie los revisó una última vez y suspiró aliviada sabiendo que estaban a salvo mientras se sentaba en el asiento de al lado de la mujer que durante tanto tiempo le daba miedo, pero ahora le había salvado la vida y aprovechó la calma y el largo viaje que les quedaba para hablar con ella.—Hanna es el momento de que me cuentes la verdad ¿Como es posible que estuvieras dentro del castillo? —preguntó Sophie intrigada.Hanna suspiró sabiendo que no podía librarse de ese interrogatorio, Sophie necesitaba respuestas, aun así, le daría las respuestas que ella creyera pertinentes.—El jefe me ordenó que me quedara contigo y con los
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