Todos los capítulos de ¡Mi hija adoptiva ahora es mi esposa!: Capítulo 141 - Capítulo 150
152 chapters
141. Nos encontramos aquí reunidos.
El avión privado aterrizó suavemente en la pista. Sophie, con el corazón martilleándole en el pecho como un pájaro enjaulado, descendió del lujoso transporte junto a Hanna. Un chófer de la compañía las esperaba para recogerlas, cada una llevaba a uno de los bebés en brazos mientras bajaban por las escaleras.Hacía sol, muy diferente del frío y húmedo verano que habían pasado tres años atrás en Escocia. Sophie agradeció sentir el calor y los rayos del sol en su rostro, pero no podía evitar pensar en que Michael se casaba. La noticia la había golpeado con la fuerza de un huracán, dejándola aturdida y apenas registraba el paisaje que la rodeaba.Al subir al coche, Hanna captó la tensión que irradiaba Sophie, aunque no dijo nada. Una vez acomodados los bebés, Sophie se giró y la miró con ojos llenos de tristeza.—No puedo dejar de pensar en esa boda —confesó con voz temblorosa.Hanna asintió con comprensión.—Yo tampoco. En realidad, no sé cómo alguien podría comprometer toda su vida a un
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142. Tengo que impedir esa boda.
Los nervios atenazaban a Sophie mientras observaba a Hanna, quien sonreía ampliamente con una diversión inusual en sus ojos. Jamás la había visto sonreír de esa manera, solo esbozos siniestros o muecas burlonas.— ¿Insinúas que vaya e interrumpa la boda? —preguntó Sophie con incredulidad, sin poder creer lo que la otra mujer acababa de decir.—Exactamente, Sophie —respondió Hanna, clavando su mirada en la de ella—. Estás aquí lamentándote por un hombre que se casa, a pesar de todo lo que le has hecho. Dices que ahora lo amas y no quieres que se case, entonces deja de lamentarte y corre a impedirlo.La propuesta de Hanna era descabellada, impensable. Sophie no podía evitar la felicidad de alguien que amaba, precisamente por las razones que esa mujer había mencionado: le había hecho daño a Michael muchas veces. Lo sabía. Y aunque las maneras de Michael no habían sido las mejores durante su relación, él siempre había cuidado de ella, mientras que ella solo le había pagado con deslealtad
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143. ¡Me opongo! ¡Me opongo! ¡Me opongo !
—¡Michael! ¡Michael! —gritaba Sophie desesperada, golpeando la puerta con todas sus fuerzas, como si sus palabras pudieran traspasarla y llegar a él, deteniendo lo que estaba por suceder.En el fondo, Sophie sabía que aquello era una esperanza vana. Los jardines estaban demasiado lejos de la entrada como para que sus simples gritos pudieran llegar hasta allí, pero la desesperación la impulsaba a intentarlo.—Señorita, cálmese —le dijo uno de los guardias, tratando de mantener la compostura, aunque en realidad no estaba seguro de cómo abordar la situación. Si hubiera sido un hombre, tal vez habría optado por abrir la reja para expulsarla a golpes y que se marchara con su drama a otro lugar.—No me calmaré hasta que me dejen pasar, ¡necesito impedir esa boda! —gritó Sophie con la voz llena de angustia, empujando la puerta nuevamente y provocando ese sonido estridente y metálico— ¡Abra la maldita reja y déjeme entrar!Los ojos del guardia reflejaban la angustia que sentía al no saber qué
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144. No puedes hacerlo, no puedes casarte.
Sophie llegó exhausta al extremo inicial del pasillo y observó a los novios desde allí, con el corazón aún latiendo desbocado por la carrera, intentando recuperar su aliento sin lograrlo del todo.Todos los invitados estaban girados, con expresiones de sorpresa, observando a esa mujer desarreglada con los tacones en la mano, preguntándose qué era lo que estaba ocurriendo y qué motivo tenía para interrumpir la boda de esa manera.— No puedes hacerlo, no puedes casarte —dijo ella con cierta dificultad para pronunciar esas palabras, llevándose una mano al pecho en un intento por contener su corazón y los leves pinchazos qué sentía en el pulmón a causa del esfuerzo.— ¡Sophie! —gritó la novia, corriendo en su dirección con barriga de embarazada y todo.De todos los escenarios posibles que se había imaginado Sophie durante su carrera, ese era el menos probable y el que jamás se le habría pasado por la cabeza.La novia se abrazó a ella con fuerza, escondiendo el rostro en su cuello y lloran
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145. Son nuestros hijos.
El corazón de Michael se heló al ver el carrito gemelar que empujaba Hanna. Al posar la vista sobre los dos bebés que descansaban en él, su corazón comenzó a latir con fuerza, inundándolo de una emoción indescriptible. Sus ojos se llenaron de lágrimas al contemplar a aquellos pequeños seres que eran una parte de él, que compartían su sangre y fueron concebidos gracias a su amor por su madre Con pasos temblorosos, se acercó al carrito, incapaz de contener la emoción que lo embargaba. Extendió una mano y acarició la mejilla de uno de los bebés con cuidado, sintiendo una oleada de amor que lo llenó de ternura.—Son… son nuestros hijos —susurró, sin poder creer las palabras que salían de su boca. Se giró hacia Sophie, buscando en sus ojos la confirmación y complicidad que marcarían el inicio de este nuevo capítulo en sus vidas.Sophie, con lágrimas en los ojos y una sonrisa radiante, asintió con la cabeza, confirmando la verdad que compartían. En ese instante, sintieron que el mundo ente
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146. Quiero estar a solas contigo.
La fiesta tras la boda fue simplemente mágica. El jardín estaba adornado con luces parpadeantes y flores frescas, creando un ambiente romántico y lleno de alegría. Los novios, Emma y Robert, iniciaron el baile nupcial con gracia y elegancia, mientras los invitados los observaban con emoción y entusiasmo.Después de ellos, Sophie y Michael se unieron en la pista de baile, bailando pegados y disfrutando de la música y la atmósfera festiva.Sofi susurró al oído de Michael con una sonrisa traviesa en los labios mientras se movían al ritmo de la melodía:— ¿Qué te parece si nos escapamos un rato? La sirvienta se llevó a los bebés a descansar, y tú y yo tenemos mucho tiempo que recuperar.Michael sonrió ante las palabras de su esposa, la idea de perderse con ella ya se le había pasado por la cabeza; sin embargo, tenía miedo de quedarse a solas con ella.Miedo de sus pensamientos de aquello que le causaba miedo y que lo hacía aferrarse a ella con fuerza.—No me apetece más nada que eso, Sofi
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147. ¿Olvidarte? ¿Cómo podría? Eres mi vida entera
Las manos de Michael no dejaban de recorrer su cuerpo una y otra vez, estremeciendo el cuerpo de Sophie, hasta tomar uno de sus senos con su mano derecha, jugando con su pezón.—Sophie, por favor, gime mi nombre…— Michael... Michael... —gemía ella, sintiendo esa necesidad que solo él podía sofocar, acariciando su espalda cuando las manos hasta abajo de todo y apretando su trasero para empujarlo contra ella, para sentirlo más adentro si eso fuera posible. — Michael... Michael... Por favor no pares…Los labios de Michael bajaron por su cuello hasta su pezón derecho, jugando con él en su boca, lamiéndolo suavemente antes de succionarlo.—He estado añorando y soñando por seis meses tenerte así —le confesó Michael, tras soltar ese pezón y pasar al otro.Sus cuerpos se buscaban del mismo modo que se buscan dos imanes de polos opuestos; el sonido de la habitación pronto se llenó no solo del sonido de los gemidos y jadeos de Michael, sino también del sonido de sus cuerpos chocando una y otra
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148. Ya voy, Laura.
El sol apenas se filtraba por la ventana cuando Michael se levantó de la cama, intentando no despertar a Sophie, que dormía plácidamente a su lado. Con pasos ligeros y sigilosos, se dirigió a la habitación de los niños, donde yacían dormidos sus pequeños tesoros.Al entrar, una oleada de amor lo invadió. Observó a sus hijos, dos pequeños seres que habían llegado a su vida seis meses atrás, pero a los que no había tenido la oportunidad de conocer hasta ahora. Ahora, contemplándolos mientras dormían, sentía que su corazón se desbordaba de felicidad.Los gemelos, envueltos en suaves mantas, parecían tranquilos y serenos en su sueño. Michael se acercó con cuidado a las cunas y los observó con ternura, maravillado por su belleza y la perfección de sus rasgos. Cada respiración, cada pequeño gesto, llenaba su corazón de un amor que jamás había sentido por nadie. Eran sus hijos, fruto del amor que sentía por su esposa.Se quedó allí, en silencio, durante unos minutos que parecieron eternos.S
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149. ¡Oh, sí estás de parto!
Sophie observaba a su amiga desde la alfombra. De repente, la expresión de Emma cambió. Una nueva contracción la recorrió, y esta vez algo más sucedió. Emma notó como si un globo explotara dentro de ella. Sintió el líquido resbalando por sus piernas, formando un pequeño charco en el suelo.— ¡Oh, sí estás de parto! —exclamó Sophie—. Acabas de romper aguas.Se levantó rápidamente y se acercó a su amiga, acariciando su barriga, que ahora se sentía completamente dura.— Pero todavía no… aún quedaba un mes —aseguró Emma con voz entrecortada.— ¿Dónde está Robert? —preguntó Sophie.— Acompañó a Michael al hospital.— Y que tengas que ponerte de parto el mismo día que esa mujer… —Sophie suspiró y miró a sus bebés sentados en la alfombra. La pequeña nariz estaba llevando un mordedor a la boca mientras el pequeño Michael intentaba ponerse de pie agarrado a un mueble.— Solo dame un momento. Buscaré a la niñera para que se quede con ellos y yo misma te llevaré al hospital —dijo Sophie con dete
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150. Es mi esposa, no tiene que irse.
Un médico se acercó a Michael con el rostro descompuesto. Su expresión grave hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Michael. Instintivamente, su corazón se aceleró, anticipando que las noticias que estaba a punto de recibir no serían nada buenas.— ¿Podemos hablar?Michael sabía que esas palabras jamás indicaban nada bueno en una relación; podían significar incluso el fin de esta, y cuando las decía un médico con esa expresión, podía ser aún peor.Sophie también lo sabía, así que colocó una mano reconfortante sobre el brazo de Michael, preparada para escuchar lo que el médico tenía que decir.— Claro, doctor, dígame — respondió Michael, sintiendo que su corazón latía tan rápido que apenas podía escuchar las palabras del médico.— En privado, por favor — dijo el doctor, dirigiendo su mirada hacia Sophie.Cuando ella se disponía a retirarse, Michael la tomó de la mano, girando su rostro hacia él y negando con la cabeza. No quería que su esposa se fuera.— Es mi esposa, no tiene
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