—¿En serio? —preguntó incrédulo Patricio, con un gran destello en sus ojos.—Por supuesto que sí. Abuelo, voy a contestar de inmediato una llamada —afirmó Miguel con la cabeza.Al salir de la mansión, Miguel recibió una llamada de Íñigo.—Miguel Rodríguez, ¡maldita sea! ¡Mi hija está casi muerta, ap
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