El cuarto estaba impregnado del olor acre de la fiebre. Yara se paseaba de un lado a otro junto a la cama donde Brad yacía, su cuerpo sacudido por temblores incontrolables. Las palabras le brotaban como veneno.—¡Inútil! —escupió Yara con desdén—, eres cruel, malvado y te mereces todo lo que te está pasando, por haber jugado con mis sentimientos, por haberte burlado sin remordimiento de mí.Mientras tanto, Brad no dejaba de murmurar incoherencias, sus ojos vidriosos, encontrando el rostro de Yara entre visiones febriles. Con una fuerza que no parecía propia de su estado, extendió un brazo y agarró su muñeca, atrayéndola hacia él. Sus labios ardientes encontraron los de ella en un beso delirante y demandante.«¡Kira! ¡Contólate!», pensó Yara, sintiendo cómo la loba dentro de ella se agitaba, deseosa.—No deberías estar haciendo esto. ¡Despierta! Suéltame.Sin embargo, eso no bastó para impedir, que la presión de los labios de Brad se intensificara, y Yara, asustada por el poder que aún
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