Nick puso los ojos en blanco y asintió. —Por supuesto, amor. ¡Desde que la chica del servicio se nos fue, no alcanzamos para la casa, la niña, el perro! —suspiró Nick—. Señorita Kerr, sería fantástico si pudiera venir a ayudarnos. Le pagaríamos el cincuenta porciento más por la hora de limpieza. —
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