Todos los capítulos de LA AMANTE PROHIBIDA DEL CEO: Capítulo 21 - Capítulo 30
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NO DEJARÉ QUE LA HUMILLES.
NO DEJARÉ QUE LA HUMILLES.―¿Qué significa esto? ―repitió Victoria, su voz exigiendo respuestas.Nathaniel se puso de pie y suspiró ante de tratar de sobrellevar la situación. Conocía lo suficiente bien a Victoria y sabía de lo que era capaz, sin embargo, la que habló fue Elara que para su mala suerte lo complicó todo.―Señorita…―¿Qué está pasando aquí, Nathaniel? ¿Por qué estás tan cerca de esta… ―sus ojos miraron de arriba abajo con evidente desprecio a Elara ―… mujer? ―inquirió Victoria, sin despegar los ojos de Elara.―Señorita, yo puedo explicarle. Nat, solo estaba ayudándome, sufro de…―¿Cómo lo llamaste? ―los ojos de Victoria parecían echar fuego y caminó lentamente hacia ella ―Señor Cross, para ti.―Si. Lo lamento. ―Elara se disculpó dándose cuenta de su error, por un momento se había dejado llevar por la vieja costumbre de llamarlo así ―El señor Cross solo estaba ayudándome, me quede encerrada en el cuarto de archivos y sufro de claustrofobia, el…―Claro, la pobre asistente e
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SECRETOS Y VENDETTAS.
SECRETOS Y VENDETTAS.—Así que planeas seguir adelante y casarte con la víbora? —preguntó Daniel mientras le daba un sorbo a su whisky—. De verdad que eres testarudo, hombre. Manda al diablo todo y vete con la que te gusta —dijo en tono divertido, aunque lo niegas claro.Nathaniel resopló y evadió la mirada de su amigo.—Después de lo de hoy es mejor que Elara y yo mantengamos distancia. Victoria despedazaría si sabe que Elara y yo tuvimos una relación. Tenías que haberla visto, parecía... poseída.La risa brotó del pecho de Daniel.—Y aún así vas a arriesgarte. Al menos mi esposa indeseada es como un florero en la casa, no habla, no opina, no se entromete en mi vida.Nathaniel le dio una mirada profunda a su amigo.—Hablando de esposas, ¿has tenido noticias de Naomi?Daniel se tensó al escuchar la mención de su nombre.—No, aún no. Es como si se la hubiera tragado la tierra —gruñó.—Tal vez deberías dejar de buscar, ella no quiere que la encuentres, déjalo y date una oportunidad con..
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INVITACIÓN A CENAR.
INVITACIÓN A CENAR.Elara se detuvo frente al espejo, estudiando su reflejo con una mezcla de ansiedad y esperanza.―¿Estás segura de que me veo bien? ―preguntó, su voz temblaba ligeramente, revelando la inseguridad que se escondía detrás de la pregunta.Sara, parada justo detrás de ella, terminaba de acomodar un rebelde mechón de cabello de Elara.―Sí, estás hermosa ―afirmó con convicción, sus ojos encontrándose con los de su amiga en el espejo. ―Además, tú no necesitas de mucho, eres bonita con lo que lleves ―añadió, su tono era suave pero firme diseñado para fortalecer la confianza de su amiga.Elara intentó absorber las palabras pero una sombra cruzó su rostro y Sara se apresuró a motivarla.―Elara, tal vez esta sea tu oportunidad ― dijo seria ―No puedes seguir albergando sentimientos por Nathaniel; él va a casarse y...Al escuchar su nombre, Elara bajó la mirada y susurró con un dolor que parecía arrancarle el alma.―Lo sé, pero es tan difícil.Sara la giró con delicadeza para enf
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EL AMARGO SABOR DE LOS CELOS.
EL AMARGO SABOR DE LOS CELOS. Durante la cena, el ambiente estaba impregnado de la clase de tensión que se siente pero no se ve. Nathaniel, se encontraba inusualmente inquieto pero luchaba por mantener una fachada de calma. Elara, al otro lado de la mesa, era la causa involuntaria de su distracción. Cada vez que ella sonreía, cada vez que un mechón de su cabello caía graciosamente sobre su hombro, cada gesto sutil, Nathaniel lo sentía como una cuerda tensándose más y más en su interior. La ira se acumulaba dentro de el, una mezcla tóxica de celos y posesividad que él mismo no comprendía del todo. ―Si, podemos invertir en el nuevo proyecto ―decía uno de los empresarios con una voz que parecía venir de lejos ―pero vamos a necesitar más información de cuándo estarían disponibles los primeros fármacos. El mercado en este momento es salvaje, ¿no lo cree señor Cross? Nathaniel asintió automáticamente, sin procesar la pregunta. Su atención estaba fijada en la mano del hombre, en la forma
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JEFE TIRANO
JEFE TIRANOElara, confundida por el comportamiento de Nathaniel, se volvió hacia Margarita.―¿Está enojado? ―preguntó con incertidumbre. ―Parece que sí, pero ve, no lo hagas esperar ―aconsejó Margarita con un tono que mezclaba preocupación y prisa.Elara suspiró y se dirigió hacia la oficina de Nathaniel, preguntándose qué le esperaría tras esa puerta. Mientras tanto, Nathaniel lanzó su chaqueta sobre el sofá y se aflojó la corbata. Había pasado una noche tortuosa, imaginando a Elara con ese médico. La alarma de las seis lo había sorprendido en medio de sus cavilaciones. La puerta se abrió y Elara entró. Llevaba una falda lápiz negra y una blusa de seda blanca que realzaban su figura con elegancia y sutileza. Nathaniel se permitió observarla más tiempo del debido, recordando los momentos compartidos, anhelando el tacto de su piel y la dulzura de sus labios.― ¿Quería verme, señor Cross? ―preguntó ella, sacándolo de sus pensamientos.«Señor Cross» repitió él mentalmente con un tono de
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UN PLAN QUE SALE MAL.
UN PLAN QUE SALE MAL.Elara no tuvo más remedio que quedarse, así que sacó su teléfono y le marcó a Sara para avisarle que volvería tarde.―¿Qué? ¡Ese desgraciado está explotandote! Hazme caso demándalo.―No, Sara, deja de inventar tonterías, además, no tengo dinero para pagarle a un abogado de representación. ―dijo Elara en tono de broma.―Pero no se me hace justo, porque tienes que trabajar precisamente hoy, era nuestra noche de chicas.―Lo dejaremos para la próxima semana ―Elara miró su reloj y decidió ponerse a trabajar cuanto antes ―Terminare rápido, quizás si pueda llegar temprano para ver la segunda película.Colgó la llamada y se puso manos a la obra.[…]En el restaurante, Nathaniel no podía sentirse más incómodo, Victoria vestida de manera deslumbrante acunó su cara intentando darle un beso, pero Nathaniel sentía que le clavaban miles de agujas en el culo cada vez que Victoria se acercaba, para evitar vomitar fingió tener sed.―Nat, estoy tan feliz de que finalmente tengas ti
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PERDER SU UTERO.
PERDER SU ÚTERO Nathaniel arrancó su auto a toda prisa, lo único que se repetía en su mente era ir a la empresa y ver a Elara. Estaba cansado de fingir y hacerle el estúpido. Estaba enamorado de esa mujer y primero congelaría el infierno antes de permitir que ese médico se la arrebatara. Durante todo el camino recordó los momentos compartidos con Elara y se preguntó cuándo exactamente se enamoró de ella. Mientras conducía una sensación de libertad le invadió el pecho y estaba convencido de que terminar con Victoria era lo mejor y estaba dispuesto a enfrentar las consecuencias. Pero se negaba a perder a Elara, la única mujer que hacía que su corazón latiera y además su polla respondiera. Había besado a Victoria, pero tanto su cuerpo como su corazón se mantuvieron en calma. Por otro lado, Victoria no pretendía quedarse de brazos cruzados, tan pronto como Nathaniel salió del departamento ella lo siguió en su auto, estaba decidida a descubrir quién era la zorra que le estaba quitando a
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UN PASADO LLENO DE CULPA
UN PASADO LLENO DE CULPA ―¡No voy a casarme con ella, solo porque me lo ordenes! ―el grito, cargado de desafío, rebotó en el estudio. El padre de Nathaniel al otro lado del escritorio, apretó los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos y miró a su hijo con una mezcla de ira y decepción. ―No tienes derecho a negarte, Nathaniel ―dijo con voz controlada pero teñida de furia. ―Hago lo mejor para ti. Sabes que casarte con Victoria Sutherland es tu mejor opción. ¿Por qué te empeñas en llevarme la contraria? Tu matrimonio con esa chica significaría un mejor estatus para nuestra familia. Su padre es… ―¡Me importa una m****a quién es su padre! ―replicó Nathaniel, perdiendo la compostura que tanto había tratado de mantener ―Tengo 31 años, no 15. No soy un niño al que le tienen que decir qué hacer. El padre de Nathaniel también se puso de pie con los ojos fijos en los de su hijo. ―Entonces no me dejas más opción, Nathaniel. Si insistes en negarte a casarte con Victoria, le entregaré
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SI VOY A CASARME CONTIGO.
SI VOY A CASARME CONTIGO.Nathaniel salió de sus pensamientos cuando la enfermera le dijo que ya podía pasar. Asintió con una sonrisa tenue y abrió la puerta lentamente. Victoria estaba acostada en la cama, su rostro reflejaba el dolor y la fatiga de su cuerpo. Al sentir la puerta abrirse, giró su rostro hacia él. ―Nat… ―susurró con los ojos llorosos ―… estás aquí. Él no dijo nada, caminó hacia la cama y arrastró una silla para sentarse frente a ella. Victoria intentó acercarse, pero él se lo impidió con un gesto suave. ―No te esfuerces ― dijo―debes descansar. Ella negó con la cabeza y las lágrimas, antes contenidas, comenzaron a fluir libremente. ―Dime que no es verdad… dime que es un error. Nathaniel sabía a qué se refería. Para una mujer como Victoria, la noticia de no poder convertirse en madre era desgarradora. ―Victoria… ―No, por favor, Nat… ―sollozó ella ―dime que es un error. Pero él negó con la cabeza y Victoria se llevó las manos a la cara. ―¡Dios, por qué! ¡¿Por qu
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DESTRUIDA HASTA LOS CIMIENTOS.
DESTRUIDA HASTA LOS CIMIENTOS. El viento soplaba frío en la ciudad de Chicago y Elara con su chaqueta de Industrias Cross ajustada firmemente alrededor de sus hombros, se abría paso a través de la multitud enardecida. Las miradas se clavaron en ella como dardos envenenados, cada par de ojos disparando acusaciones silenciosas. “¡Ahí está! ¡Ella es una de ellos!”, gritó uno de los protestantes. Los guardias de seguridad y la policía formaban una barrera, Elara pasó junto a ellos con un asentimiento, su credencial oscilando como un péndulo, marcando cada paso hacia el epicentro del caos. El representante de la fábrica estaba pálido, sus manos temblaban mientras se secaba el sudor de la frente. ―Señorita, esto es… es insostenible ―balbuceó, las palabras tropezándose unas con otras. ―Necesitamos que el señor Cross, tome cartas en el asunto. Ella lo miró fijamente, su voz era un acero envuelto en terciopelo. ―Debemos encontrar una solución. La imagen de Industrias Cross está en juego.
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