—Solo venía por mi Papanicolaou. —mencionó, entre suspiros.—Esto es parte del procedimiento —bromeé, intentando disimular mi propia turbación.—¿En serio? En internet no decía eso, la próxima vez iré con otro doctor...—Cállate, solo yo puedo revisarte —respondí, sintiendo una mezcla de culpa y deseo.Ella empezó a sonreír, como si también disfrutara de este secreto. Se sentó en la camilla, invitándome a acercarme con sus piernas abiertas y sus manos acariciando mis hombros.—¿Qué estás haciendo, Hanna? —pregunté, confundido por sus acciones.—No lo sé, no he dejado de pensar en el día que nunca debió existir, y cada vez que lo recuerdo... —Ella se quedó en silencio y su mirada se desvió hacia otro lado, revelando sus pensamientos turbios.—¿Cómo terminas? —interrogué, sintiendo una mezcla de morbosidad y preocupación.El sonido de la lluvia golpeando las ventanas creaba un ambiente íntimo y cargado.—Mojada, y... —Hanna se mordió el labio inferior, desviando la mirada.—¿Y qué, Hann
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