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Todos los capítulos de El universo que inventamos: Capítulo 31 - Capítulo 40
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CAPÍTULO 31: Juntos
Las luces del auditorio se encienden y solo en este momento los aplausos cesan. Nuestros labios se separan, pero su frente continúa unida a la mía por unos segundos, hasta que abrimos los ojos y Alex me toma de la mano para bajar de la tarima. Corremos por el pasillo hacia la salida, mientras un montón de pares de ojos se clavan en nosotros; sin embargo, ninguno de los dos presta atención a eso. Ahora solo importamos él y yo. Después de cruzar varios pasillos, atravesamos las enormes puertas abiertas del instituto y salimos al jardín frontal, dispuestos a escapar juntos. —¡Alexander! —Una voz femenina grita desde la entrada y frenamos nuestra huida para darnos la vuelta. Hannah viene apresurada hacia nosotros tratando de recuperar el aliento. Al parecer nos perseguía desde que salimos del auditorio y no nos habíamos dado cuenta. —Hola Abril —me saluda en cuanto se detiene frente a nosotros—. Tu presentación fue simplemente hermosa. —Gracias —asiento con una sonrisa. —¿Puedo rob
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CAPÍTULO 32: No te dejaré
Por la frente de Alexander está corriendo una línea fina de sangre y mi corazón se paraliza. A rastras consigo llegar hasta él y tomar su mano mientras que las lágrimas se desbordan por mis mejillas; el shock ya pasó dándole paso a la terrible angustia. —¡Amor, resiste por favor! —le ruego besando el dorso de su mano. A través del velo transparente de lágrimas noto al director acercándose apresuradamente con el teléfono en la mano, y cuando está lo suficientemente cerca me doy cuenta de que está llamando a la ambulancia. Recuesto mi cabeza sobre el pecho de Alex sintiendo al mismo tiempo el pulso en su muñeca y su corazón late con fuerza. Las lágrimas que resbalan por mi rostro caen sobre su pecho, dejando una mancha oscura en su camiseta negra. —Resiste hijo, ya viene la ambulancia. —El señor Miller se pone en cuclillas para tocar la cabeza de Alexander, sin siquiera mirarme. —Tiene pulso —balbuceo a través del llanto y él me mira y asiente, levantándose nuevamente. El conductor
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CAPÍTULO 33: Lo que se hace por amor
Una mano roza suavemente mi mejilla y me giro en la cama, encontrándome con sus ojos azules. Mi chico fantasma me mira y su rostro es tan claro como la felicidad que me invade al verlo. Está acostado a mi lado, observándome con su cabeza apoyada sobre una de sus manos, mientras con la otra me acaricia. Mi Alexander está aquí conmigo y puedo verlo completo…; ahora no hay ninguna oscuridad que me impida reconocerlo. No dudo ni un instante en moverme para acercarme a él completamente hasta que su aliento acaricia mi rostro suavemente. No puedo apartar mis ojos de los suyos; deseé tanto verlos que no quiero dejar de hacerlo y al parecer le sucede lo mismo, porque no ha dejado de mirarme a los ojos mientras esboza una suave y delicada sonrisa. La palma de su mano comienza a deslizarse por mi piel, calentando mi cuello y hombro y mientras más desciende, más aumenta la temperatura de su piel, ¿o la mía? Me estremezco cuando finalmente pasa por mi cadera y termina rozando mi muslo descubie
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CAPÍTULO 34: Primera noche juntos
Alexander me ve y al principio parece sorprendido, pero una hermosa sonrisa empieza a formarse en su rostro y en el mío. —Mi pequeña —musita mientras me agacho para abrazarlo—. Estás aquí. Anhelaba tanto sentirlo cerca de mí que no puedo contener la emoción y comienzo a besar cada parte de su rostro mientras me deshago en lágrimas. —Y-yo, t-tuve mucho miedo —balbuceo mirándolo fijamente mientras acaricio su cabello. —No llores, amor. —Me limpia las lágrimas de las mejillas con los pulgares. —Te extrañé tanto. —Entierro la cara en su cuello y aspiro su aroma; ese mismo que me transmite la calma que necesito—. ¿Cómo estás? —Mucho mejor ahora que estás aquí. —Acomoda mi cabello estorboso hacia atrás y me atrae de la nuca para besarme en los labios. —Perdóname por no haber ido a verte en el hospital, rogué y no me lo permitieron. —No te preocupes, ni siquiera estuve consciente cuando estaba allá —afirma regalándome una nueva sonrisa que me hace sentir mejor—. No te he preguntado có
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CAPÍTULO 35: Te estuve esperando.
Mi hombre se da la vuelta dejándome ver el otro lado de su majestuosidad y ya simplemente no lo resisto… Me lanzo hacia él y me subo a su espalda apoyándome de sus hombros, mientras envuelvo su cintura con mis piernas; por poco se le cae la toalla, pero él consigue sostenerla en la parte frontal con una mano. «¿Para qué? Igualmente, voy a quitársela»… Dejo un beso en su nuca antes de volver al suelo y él se gira para mirarme mientras se sujeta la toalla nuevamente en la cintura; su expresión es de completo desconcierto, pero no le doy tiempo de decir nada y me apropio de su boca enseguida. Lo empujo hacia la cama y cuando sus pantorrillas chocan con el borde, se deja caer, correspondiendo a mi beso con la misma efusividad. Me siento a horcajadas sobre su cintura, sin dejar de besarlo, mientras él aprieta con fuerza la mía. —No lo soporto más —manifiesto, respirando agitada—. Quiero que seas mío ahora. —Ven pequeña. Una de sus manos deja mi cintura para atraerme de la nuca y devo
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CAPÍTULO 36: Declaración de amor
Sus palabras, pero más la tristeza en su mirada, me hacen sentir fatal y lo primero que se me ocurre es abrazarlo. Lo estrecho entre mis brazos durante un momento y él entierra la cara en mi cuello. —¿Te engaña? —le pregunto mirando sus ojos tristes—. ¿De qué manera? —Mi padre tiene un hijo fuera del matrimonio —me informa y me quedo de piedra—. Estuvo engañando a mi madre durante años. Resulta que ella no lo amaba cuando le fue infiel porque él ya la había traicionado primero. —Oh, cariño. —Siento un nudo en mi garganta. —Mi hermana lo sabe y no me lo dijo. Acuno su rostro sin decir una sola palabra y vuelvo a abrazarlo mientras mis ojos se humedecen. —Estoy contigo, ¿me oyes? —balbuceo acariciando su cabello y espalda—. Siempre estaré aquí… 👋(̶◉͛‿◉̶) Recogemos las cartas arrugadas y volvemos a meterlas en la caja antes de bajar al primer piso. —¿Qué piensas hacer ahora? —le pregunto mientras nos acurrucamos en el sofá. —No lo sé —contesta, desanimado—. Tal vez enfrentar a
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CAPÍTULO 37: Un pollo por otro
«¡Ya no aguanto el aburrimiento!» Es un domingo lluvioso y frío; Rachel y yo estamos acurrucadas en el sofá de la sala de mi casa, pasando canales en la televisión sin siquiera prestar atención a lo que vemos. Desde que se fue Christopher, ella ha estado muy desmoralizada. Ha pasado tan solo una semana, pero no ha habido mucha comunicación entre ellos; al parecer lo están explotando laboralmente, haciéndolo trabajar más de doce horas al día y casi no le queda tiempo para hablar con Rachel. Mi mejor amiga se acostumbró tanto a él que ahora es gigantesca la falta que le hace. —¿Qué tal si salimos? —propongo buscando la manera de suavizar su cara de culo. —Está lloviendo Abril, qué pereza salir a mojarnos —responde haciendo una mueca de desagrado. —Podemos llevar un paraguas —insisto. —¿Con este frío? —se queja nuevamente. —Tengo varias chaquetas calentitas —sugiero sin darme por vencida. —Qué fastidio salir todas envueltas en trapos —rechista cruzándose de brazos. —Bien, entonce
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CAPÍTULO 38: Te amo
Rachel y yo pasamos el resto del día construyendo el nuevo hogar del señor Clock en el porche. No tengo un jardín amplio; sin embargo, allí es lo suficientemente grande como para que mi amigo despertador se sienta cómodo; va a estar resguardado de la lluvia y del frío, además de que podrá subirse a cantar en la valla sin problema, aunque claro, si su enorme tamaño y peso se lo permiten. —Abril, ¿tienes como alimentarlo? —pregunta Rach en cuanto terminamos. —¡Changos!, no…, pero ya mismo voy a prepararle algo de comer. Me dirijo a la cocina y abro los gabinetes para buscar algo. —¿Qué piensas darle? —Unos huevos rancheros. —¡¿Unos qué?! —exclama Rachel incrédula—. ¿Estás loca o qué? —¿Qué tiene de malo? Rachel ha estado tan desanimada que no está de más hacerme la estúpida para que se ría un rato. —¿Quieres alimentar al gallo con un embrión de su misma especie? —Suelta una carcajada y me hago la sorprendida. —¡Oh m****a!, ¡qué torpe! —empiezo a reírme también y mi mejor amiga
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CAPÍTULO 39: La pelea
—¿Qué hace esta foto debajo de tu almohada? —cuestiona seriamente sin dejar de mirarme—. Solo me has visto así el día que hicimos el amor y ese día no me tomaste ninguna foto, Abril. ¿Me puedes explicar qué significa esto? —Se la robé a la coreana —suelto en el primer instante que tengo oportunidad. Él confía en mí y no pienso perder su confianza por esto. —¿Qué? —Su expresión cambia de la furia al desconcierto enseguida, aunque todavía parece enojado. —Estuve en ese restaurante del centro comercial ese día —confieso acercándome a él para sentarme a su lado—. Fui a almorzar con Rachel y ustedes aparecieron —continúo—. Me di cuenta de que quiso besarte; yo… yo no lo soporté y cuando nos íbamos a ir tomé su bolso aprovechando que había ido al baño; quise hacerle pasar un mal rato y luego Rachel y yo encontramos esa foto adentro. Alex se queda pensativo por un instante. —¿Por qué no me lo habías dicho? —me mira. —Después de eso te alejaste de mí, me ignorabas. —¿Y luego? Me quedo
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CAPÍTULO 40: El abismo
Alexander Mi corazón parece detenerse por lo que dice la doctora y por mi cabeza pasan muchas posibilidades de lo que puede estar ocurriendo con Abril. Tiene un feo moretón en el abdomen, justo debajo de las costillas, y además se ve un poco abultado. —Doctora, ¿qué está pasando? —le pregunto angustiado. —Por la apariencia del moretón podría tratarse de una lesión interna, no solo superficial. —¡Maldición! —vocifero, llevándome el pelo hacia atrás con angustia. —Amor, tranquilo —musita la mujer que amo. Su voz es débil y opaca, y un nudo sube a mi garganta mientras me aferro a su pequeña mano. —Abril, ¿tienes algún otro síntoma? —le pregunta la doctora—. ¿Tal vez algún dolor extra? —Sí, me duele un hombro. —¿Cuál? —El izquierdo. La doctora hace una pequeña pausa para aclarar sus dudas. —Abril tiene síntomas de trauma cerrado en el hígado o bazo —explica—. Además, su frecuencia cardiaca está elevada. —¡Oh, no! —exclama Rachel con expresión angustiada. —¿Qué tan peligroso e
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