—¡Rachel!, no puedo creer que hayas bebido tanto. Me lanza una mirada apagada. —Estoy triste. —Hace menos de veinte minutos que te dejé sola y mira lo que hiciste. —Echo de menos a Christopher, mucho. —Lo sé, pero, es peligroso. —Relájate Abril, solo hay mujeres. —Hay unos cuantos hombres bebiendo en la barra y estás sola en esta mesa. —Deja de regañarme y mejor siéntate a beber conmigo, yo ya te acompañé una vez, ¿recuerdas? —Sí, pero ese día estábamos con los chicos. —Es solo un ratito —me mira haciendo un puchero. —Está bien, te acompañaré, pero solo me tomaré una más; no podemos terminar las dos borrachas, ¿después quién nos saca de aquí? —Solo una más, lo prometo. Me siento en el sofá reclinable junto a ella y llamamos al chico de ojos verdes. —Hola, ¿cómo te llamas? —le pregunto cuando se acerca. —Sebastián, pero puedes decirme Sebas. —Esa sonrisa coqueta me recuerda a Cristóbal. —Mucho gusto, soy Abril. —Le tiendo la mano y él deja rápidamente la cerveza sobre la
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